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domingo, agosto 3, 2025

Vecinos 3, la Bruja del 71

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Hubo buenas épocas dentro de la casa de Doña T. Durante años fue la vecina a la que le pedíamos el cubito de Knorr Suiza o la rama de epazote y cilantro; la que venía a nuestra casa a comer pozole en las fiestas y el paño de lágrimas de mamá.

El marido de Doña T. era borracho, parrandero y jugador, de esos que apuestan hasta la esposa así que poco antes de que ello sucediera, la vecina lo corrió de la casa quedándose prácticamente en la ruina.

Mamá que siempre ha hecho de comer como para alimentar ejércitos solía mandarle cacerolas o tuppers que Doña T. hacía rendir para toda la semana. Alguna vez en una pijamada que organizó la menor de sus cuatro hijas nos ofrecierona mi hermana mayor y a mí una concha y unvaso de café con leche; ellas, en cambio, partieron la pieza de pan en cuatro partes iguales para desayunar.

¿Dónde estaba el huevo con jamón y las tortillas? Mi hermana y yo nos miramos con sorpresa y hambre.

Nuestra reacción tuvo que ser evidente para que Doña T. rematara en la mesa: es que mis hijas son “finitas” de nacimiento, ustedes porque vienen de una abuela y un papá gordos. Fue la primera vez que comparé mi cuerpo con el de otra niña y me sentí rechoncha.

Por supuesto que mamá nos preparó comida en cuanto le contamos el horror de dormirnos sin cenar y el precario desayuno. Qué finitas ni qué la chingada, diría mamá entre el enojo y la burla, no tienen ni para tragar que es diferente.

Seguimos yendo a casa de Doña T. para hacer tarea y jugar, nunca más con las manos vacías. Sus dos hijasuniversitarias nos ayudaban con la tarea de inglés, geometría o con las maquetas de biología e historia mientras comíamos palomitas y refresco.

Doña T. estaba convencida de que era de la alta así que educó a sus hijas para merecer las riquezas de un príncipe azul, quizás por ello cuando el novio de la primogénita le confesó que se irían a rentar en lo que juntaban para la casa, ella le regresó el anillo y canceló la boda.

Nunca más hubo quien la pretendiera. Y como si fuera algún tipo de maldición, la misma suerte corrió para la hija de en medio y por nada le toca el mismo destino a la menor de ellas.

La segunda de las hijas, V. salió embarazada de un empresario que le llevaba algunos años. La boda civil se llevó a cabo en un bonito jardín de Cuernavaca donde, para sorpresa de todos, el novio asistió solo. Embaraza, sí, pero de un ricachón diría Doña T. mas la felicidad le duraría poco.

Un par de años después, V. regre a la casa de su mamá luego de ser rescatada de las manos de ese sujeto. El rufián no solo era casado, también era dueño de table dancesen el Estado de México donde V. hacía las veces de mesera sin goce de sueldo mientras los bebés se quedaban encerrados en casa.

Aquella vez mi vecina olvidó por minutos que la espalda va en el respaldo del sillón, las manos sobre el regazo y las rodillas apretadas una contra la otra. Por primera vez la vi descomponerse hasta llorar de furia y desesperación mientras se sonaba las narices con el kleenexque guardaba debajo de la manga de su suéter.

¿De dónde vino el sobrenombre de La Bruja del 71?

A mediados de los años noventa la relación con la vecina estaba rota, ¿por qué?, porque mamá se hartó de los consejos moralinos para educarnos como niñas bien así como del clasismo con el que procuraba salpicarnos de vez en vez.

Para entonces mi hermano, mi sobrina y un amigo de ambos solían jugar pelota en la calle. Las risas de los niñosperturbaban la paz del hogar con el numero 44 y los pelotazos a su puerta, afirmaba Doña T., eran intencionales.

Salía, les gritaba, los maldecía e incluso llegó a quedarse con alguna pelota cuando ésta aterrizó en su patio. Así, tal cual, como episodio de El chavo del 8, Doña T. abría la puerta y ellos pegaban la carrera a la casa para resguardarse del peligro.

Dichos exabruptos, aunados al tiempo donde la vecina aseguraba que sus muñecas de porcelana y los señores de sus jarrones chinos cobraban vida para tener amoríos nocturnoshizo que el mote de bruja le quedara hecho a medida.

Con la llegada del nuevo milenio y tras varios robos a casa habitación, los vecinos decidieron cerrar la calle y poner vigilancia. Afuera quedaron La Bruja del 71, Marielena, La Japonesa y Los Españoles, ¿el motivo? desacuerdos en el pago de cuotas.

De alguna manera y sin querer queriendo la reja nos libró de todo mal. A partir de sus barrotes de metal hacia dentro se respiró tolerancia y cordialidad, aunque también, se acabaron las historias y los rumores, no así el fisgoneo por la ventana y la mirada penetrante que sentíamos al abrir la puerta.

Poco después de pandemia, Doña T. tuvo un encuentro fortuito con mi madre mientras compraban tortillas. Se disculpó por las insolencias, le agradeció los años de amistady le reconoció su fortaleza para enfrentar la vida y los años. Mamá, entre la incomodidad y la sorpresa, miraba los ojos acuosos de la vecina enmarcados por las bolsas de la edad y la piel arrugada de su papada vencida y, compasiva, le otorgó el perdón.

La soledad que deviene con los años te hace comprender lo importante de la vida y tú, M. eras importante para mí.

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