14.6 C
Puebla
sábado, agosto 9, 2025

Tantita madre

Más leídas

Ir en escuela católica por gusto y que mis papás alardearan lo responsable y estudiosa que era me otorgó la fama de ser la niña fresa de la familia. Cuenta la leyenda que desde que nací fui callada, tímida e inocente. Una niña chipilque usó biberón durante el kinder y que siempre estuvo pegada a los libros y a mamá.

​Ser fresa entre los primos significaba hablar como si tuviera una papa en la boca, usar colores Prismacolor, plumones mágicos y saber decir dos que tres cosillas en inglés. Ser fresa para los tíos era, además, no decir groserías, sentarme derechita y obedecer a mis papás.

​Es por la disciplina de las monjas. . . es por los diez mandamientos. . . porque en esa escuela hay que confesarse una vez a la semana. . . porque Moni sabe que Dios todo lo ve, todo lo oye y todo lo sabe . . .

​Surgió entonces entre algunas primas y vecinas el éxodo de la escuela mixta hacia la  católica con la intención de aplacar el temperamento de sus hijas y alejarlas de las tentaciones carnales como los roces cuerpo a cuerpo en Educación Física o los juegos de Semana Inglesa en el recreo.

​¿Dónde andaba yo? Inscrita en el Club del Verbo Encarnado buscando mi nombre de monja: Sor Mónica de Jesús pa´servirle a Dios y a usté.

​La niña fresa de trece años se iría a España a tomar los hábitos una vez que concluyera la secundaria y la preparatoria. Mi vida estaba resuelta. De niña fresa a monja fresa.

Fui entonces una especie de confesionario para mis amigas. Una Celestina y doctora corazón. Las escuchaba con esmero, escribía poemas de amor para su enamorado y curaba con abrazos las heridas de la ruptura.

Un año antes de terminar la secundaria sepulté por los siglos de los siglos la idea de convertirme en monja gracias a que a las religiosas les hizo falta tantita madre y me echaron de la escuela cuando nos quedamos sin un peso partido por la mitad.

(Alan, el vocalista del grupo Magneto y un vecinotambién influyeron en ello, pero eso es otra historia)

Busqué lugar entre las escuelas hermanas con billete en mano producto de las tandas y el empeño de joyas mas el boletín de Niña De Padre Enfermo Solicita Inscripción se había compartido con éxito y no hubo poder divino que me otorgara uno entre sus aulas.

Lloré todo el verano. La angustia no me dejaba dormir. La última opción era la escuela mixta cercana a la casa a la que podía llegar incluso caminado.

Mi intención era pasar desapercibida, hablar lo menos posible y evitar mirar con sorpresa a lo chicos de mi salón. Sin embargo,  a la maestra de Español se le ocurrió la brillante idea de presentarme ante el grupo:su compañerita viene de una de escuela muy prestigiosa con alto nivel académico, a ver sin no la aburrimos con lo que enseñamos aquí. Diles tu nombre y que la fila dos se recorra un lugar para que su compañera se siente hasta el frente.

De esta manera fue como pasé de niña fresa a ñoña fresa en dos minutos.

Del mismo modo, mi labor de monja de confesionario colgó los hábitos cuando descubrí la vida terrenal y candente de la verdadera adolescencia. Las cartas de amor y los corazones rotos se solucionaban a beso limpio detrás de las puertas del salón y a moco suelto con dos o tres caladas de cigarro en el baño.

Nada era secreto, bastaba con ir a hacer pipí para estar al tanto: Me gusta Ricardo de 3A, Atte. Yo. Laura 1B y Saul1C se aman, Que chingue a su madre la de Español, etc, decían las pintas de las puertas de los excusados.

Me adapté como pude. Empecé por enchinarme las pestañas, ponerme un poco de gloss entre clase y clase y me rasuré las piernas a escondidas de mis padres; sin embargo,jamás pude salir del lugar donde la maestra me puso el primer día de clases.

Y pues sí, que chingue su madre la de Español.

El peor ciclo escolar de mi vida porque además de todo aquello, me enamoré.

El resto, es historia.

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img