Solía usar la panza de mi madre como tambor. Me gustaba su
textura blanda, el sonido del clap clap de su piel con la mía
al compás de mis canciones de niña. Su ombligo era el centro
de mi territorio, ahí pasé tardes de novelas infantiles: de Carrusel, al Abuelo y yo.
Aquella masa de piel blanca, casi celestial, fue el depósito de
mis lágrimas en la pubertad y la almohada perfecta para mis
crisis de migrañas. Ningún lugar podría hacerme sentir más
segura que su regazo.
Fui yo quien la dejó gorda, tras mi nacimiento intentó lo que
pudo para recobrar el peso y la cintura de sus 20 años; después
vinieron dos hermanos más y las paredes abdominales de mi
madre terminaron por ceder convirtiéndose en un bulto que le
estorbaba para todo.
—¿Te acuerdas cuando le dijiste a mamá que se parecía a Amado Tomillo?—, me dijo mi hermana menor en un tono entre la burla y la compasión.
—¿En serio lo hice?—, respondí consternada.
Comparé a mamá con un personaje cómico, un señor ingenuo, casi bobo con un abdomen prominente. Fui cruel, no sé si a modo de revancha o porque los hijos solemos juzgar a los padres en cualquier oportunidad.
O ambas.
Al respecto, The Substance (La sustancia), película protagonizada por Demi Moore y Margaret Qualley, volvió a poner sobre la mesa el tema que me ha costado varias sesiones de terapia: mujer-cuerpo-belleza-juventud.
Elizabeth Sparkle es una actriz que, cumplidos los 50 años, es
despedida de su programa de fitness y, en su desesperación, se
somete a un tratamiento clandestino que promete devolverle la
juventud.
Si bien la película dirigida por Coralie Fargeat es una crítica mordaz llevada al límite de lo grotesco, pareciera que verte joven, delgada y atractiva, seguirá siendo por los siglos
de los siglos, la mayor enseñanza que nos deja la industria hollywoodense y actualmente, las redes sociales.
El Botox, Ozempic, los bioestimuladores, el ácido hialurónico, el NAD, Resveratrol y las fajas colombianas, son por ahora, nuestra Sustancia, sin contar la cantidad de tips que
existen en Tik Tok para esconder el cuerpo y retrasar los procesos del envejecimiento.
Yo me pregunto hipócritas lectores, a ustedes, sí, sí ustedes
queridos hombres, varones, masculinos, el sexo opuesto, pues,
¿cómo les va al respecto?