Al bosque la vida no le duele, la vida es vida, lo mismo se regocija con la lluvia que con un sol abrasante. Me gusta adentrarme en él para observar la cadencia con la que el viento mueve sus pinos y oyameles en un sonido similar a las olas rompiendo en la playa.
El bosque se nutre de la Madre Tierra, de su cielo, su luz, del agua. Lo acepta y se adapta, tanto así, que el bosque se ha visto morir a sí mismo desde antes que cualquiera de nosotros pudiera verlo y sabe que renacerá más veces de las que podamos atestiguar.
Al bosque voy, huyendo de la selva. De mi selva interior.
Elaine Vilar Madruga (La Habana, 1989) en su reciente libro, El cielo de la selva (Lava, 2023) hace una metáfora extraordinaria sobre la supervivencia de las mujeres en un mundo pensado para hombres.
La historia con tintes de realismo mágico y terror gótico transcurre en una hacienda caribeña en la que La Vieja descubre que, para que ella y sus dos hijas, Santa y Ananda puedan sobrevivir, hay que ofrendarle niños.
La Vieja comienza a parir para sobrevivir, a criar hijos sin darles cariño y procurar un orden en la casa hasta que, con la menopausia, toca el turno de Santa y después, de Ananda.
Un hijo a cambio de una gallina, de mangos o de un perro.
En el mundo “exterior” dominado por la guerrilla y el narco, las mujeres son abusadas, violentadas o abandonadas. Huyen, se venden o mueren de hambre junto con sus hijos.
La Selva se convierte en una salida desesperada, una moneda al aire que te come o te da de comer. En cualquiera de los dos casos, estás a su disposición.
Elaine dedica este libro a sus bisabuelas que parieron demasiado y a sus tías que a pesar de no hacerlo, se dedicaron al cuidado de otros porque, como dijo en una reciente entrevista para Vogue España, pareciera que las mujeres estamos destinadas a ser madres y cuidadoras.
¿Qué pasa con las mujeres que deciden no ser madres? ¿Qué pasa con las mujeres que se arrepienten de serlo? ¿Qué pasa cuando una mujer no puede dar hijos? ¿Qué pasa con las otras maternidades?
En el cielo de la selva existe un lugar para todas ellas: olvido, amargura, muerte, locura y libertad.
En el cielo de la vida real el incumplimiento de nuestro deber ser como mujeres y madres pesa, como si la selva de la que habla Elaine la cargáramos en nuestra espalda y en lugar de sacrificar hijos, sacrificamos tiempo, sueños o libertad.
Son tantas y tan avasalladoras las expectativas por cumplir que la selva nos termina devorando.
Para sobrevivir a veces nos basta una caminata en el bosque, otras, un desayuno entre amigas, un masaje, las uñas de temporada, el tinte de pelo. Es una forma de decirle a nuestra selva interna que por muy venenosos que sean los pensamientos que nos trepan en las noches de insomnio y nublan nuestro pensamiento, estamos listas para salir de ella una vez más.
Elaine fue mi descubrimiento del año, además de narradora, es dramaturga y poeta. Su libro, El cielo de la selva ha sido catalogada por Casa Macondo como una de las 50 mejores novelas del año y le antecede La tiranía de las moscas (Barrett, 2021) traducido a varios idiomas.
Actualmente se encuentra escribiendo La piel hembra desde una residencia de escritura en Finestres, España, en el mismo lugar -menciona en su cuenta de X- donde Truman Capote escribió, A sangre fría.