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sábado, noviembre 23, 2024

Fadanelli y yo somos uno mismo

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Conocí a Guillermo Fadanelli por casualidad, para ser precisa, por Amandititita. En su podcast de Señoras Punk recurrentemente hablaba de él: que si Fadanelli le marcó de madrugada, que la peda con Fadanelli, que si Fadanelli un segundo papá, que si la escritura de Fadanelli. Así fue como me enteré de este escritor.

Un escritor maldito pensé.

Y el destino nos presentó.

Hace unos meses en un descuento de librerías BUAP ¿Te veré en el desayuno? (Almadía, 2010) estaba en hermosos 109 pesos, la tentación de conocer su prosa no era tanta como las ganas de llevarme el libro a tan bajo precio. Se quedó en esa pila inacabable de libros por leer hasta el fin de semana pasado que me atreví a quitarle el plástico.

La contraportada da un perfecto resumen de la historia, cuatro personajes: Cristina, Ulises, Adolfo y Olivia unidos por el destino terrible de la vida -también terrible- de la CDMX.

Y me enamoré de todo, hipócritas lectores.

La novela se divide en quince capítulos con personajes impecablemente construidos. El ambiente godín al puro estilo de la telenovela de 1958, Gutierritos, la prostituta de mediana edad, dos amigos wannabe -uno aspirando a gerente y otro fingiendo ser veterinario por el respeto que entre los vecinos le tienen a la bata blanca- y una familia testigo de Jehová.

Fadanelli nos adentra al antes nombrado Distrito Federal de los años noventas con detalles tan precisos como los éxitos de José José, el crédito FONACOT, las pantimedias Paloma Picasso y el Blockbuster. Los intentos de los personajes por salir de la precariedad y la soledad es una crítica mordaz y, a la vez, sutil a la sociedad mexicana y sus ganas de pertenecer a una falsa clase media.

O en el caso de Cristina, simplemente sobrevivir.

Nada se escapa al ojo de Fadanelli y, sin embargo, deja para el lector la compasión, empatía, el repudio o asco a esos personajes cotidianos y simplones que recorren las calles de Tacubaya, Villa Coapa o Taxqueña.

La novela, que fue adaptada al cine por Rodrigo Pizá, es brutal, adictiva y memorable y en un ápice de modestia, puedo decir que Fadanelli y yo, cohabitamos y registramos el mismo mundo deleznable de la hoy CDMX.

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