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jueves, septiembre 19, 2024

El papá de Annie

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Mi padre no ha muerto, sin embargo, he ensayado cientos de miles de veces los diferentes escenarios de su muerte: un infarto mientras trabaja, un infarto mientras duerme, un infarto en medio de una discusión. No sé por qué imagino que su corazón será el causante y nunca, nunca lo imagino morir de viejo, sin dientes y sin conciencia.

Esa no sería una muerte digna para mi padre. Un hombre que, hasta sus ahora 67 años, vive para trabajar y sostener una treintena de familias. Por su cabeza pasó el retirarse a los cincuenta, después a los sesenta y ahora, a los setenta años.

Nadie que lo conozca de verdad, le cree.

Papá podrá lamentarse de un día sin ventas, de lidiar con clientes insatisfechos, de la ineptitud de sus empleados; irse a la cama con decenas de facturas por pagar y una cena insípida por la dieta y, al día siguiente, despertar puntual a las ocho treinta de la mañana, rasurarse, vestir un pantalón y una camisa a juego y bañarse en loción de maderas y pachuli para salir de nuevo a liderar su zona, su lugar.

El lugar, de Annie Ernaux (Tusquets, quinta reimpresión 2023), removió un sin número de emociones cada página sí y la otra también, tanto, que demoré casi dos meses en acabar sus ciento dos páginas: el dolor de la muerte del padre, la nostalgia de la niñez y el golpe de realidad de cuando entre él y ella no queda más en común que el hecho de
ser padre e hija.

El papá de Annie fue un campesino que junto con su esposa lograron hacerse de una cafetería local después de pasar una vida como obrero y cuyas expectativas de ascender de clase social siempre estuvieron latentes.

Quizá su mayor orgullo, o puede que hasta la justificación de su existencia: que yo pertenezca a un mundo que lo había despreciado a él.

El lugar del padre, el lugar de Annie, acabaron por ser distintos. Ella logró graduarse de la Universidad de Ruan, hacerse profesora titular de un instituto en Lyon, Francia, y casarse con alguien de buena familia, mientras que el papá vio con enfado cómo la clientela del pueblo al que Ernaux llama Y. . ., crecía y sucumbía a las franquicias.

Existen personajes, en su mayoría masculinos, que critican a Annie porque lo único que hace es hablar de su vida (ya aquí hablamos de su libro El acontecimiento, donde narra la espeluznante experiencia de su aborto) e incluso cuestionan su Premio Nobel de Literatura 2022; sin embargo, ¿qué escritor no lo hace?

A mí me encantaría poder escribir con la claridad de ella, sin pretensiones de lenguaje ni tramas con falsos hilos negros. En este caso El lugar es lo que es, una expiación entre padre e hija que lo único que intentaron -e intenta la autora- es encontrar Su lugar en el mundo.

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