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jueves, noviembre 21, 2024

De osos polares y pájaros pipopes

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Las vacaciones de Semana Santa, tienen de todo, menos lo santo y, en mi caso, me sacan de ritmo y pierdo la noción del tiempo, ¿qué día es hoy? Así se me fueron dos semanas, queridos hipócritas lectores y apenas me alcanzó para darme un chapuzón en el río y comer unos camarones al ajillo en el pueblo de Zapotitlán de Méndez, bien conocido por investigadores y extranjeros gracias a las Grutas Kármidas.

El otro turismo, prefiere quedarse en Zacatlán o seguirse derecho a Cuetzalan y lo agradezco.

Ya no vengan para acá, quédense mejor allá, diría la canción de la Sonora Janeiro en aquella vieja película El Milusos, protagonizada por Héctor Suárez.

Así que, mientras me repongo y agarro el hilo de nuevo, les dejo cosas pendientes de cuando conocí a la poeta y narradora Sabina Orozco y mi paso por la FENALI 2024.

 

1

La lengua de los osos polares (Osa menor, 2021) es una serie de 12 cuentos donde los personajes son mujeres en duelo. Lo que me cautivó de la prosa de Sabina es la sutileza con la que es capaz de dialogar con el cuerpo en su intimidad. Nos habla del sudor, el vómito o la saliva sin caer en lo grotesco, al contrario, hace que te observes o empatices con ese lado macabro que todos llevamos dentro.

Lo fascinante de la ficción es poder hacer lo que quieras y salir ilesa, dice la autora oaxaqueña. Así por ejemplo, arrancar los dientes, lanzar mordidas feroces o entrar a casas ajenas, se convierte más que en un desahogo, en un post it que quitar de la cabeza.

Los abuelos, las fiestas de los adultos cuando era niña, las pláticas en códigos cuando hay niños merodeando, son la inspiración de Sabina para dedicarse a la literatura.

Encontré mi mundo en los libros —dice frente al público atento de la biblioteca Mario Alberto Mejía— en un tiempo en el que no encontraba uno.

Sabin Orozco está próxima a estrenar libro, mientras tanto, léanse La lengua de los osos polares y prepárense para un viaje entre lo escalofriante y lo melancólico.

 

2

Un buen amigo me dijo que estoy viviendo el fetiche del escritor: acudir a ferias de libro, coleccionar firmas de autores y comprar cantidad de libros que se apilan con los libros pendientes por leer.

Me declaro culpable.

Así pues, acudí a la FENALI en su edición 37 que, para sorpresa mía estaba a reventar de familias completas, papás, mamás, adolescentes y niños en igual cantidad. En la fila para entrar a la presentación de Juan Villoro, la más emocionada era una niña de escasos nueve años. Ella daba más información que el personal encargado de hacerlo.

“Aquí vamos a conocer el libro de Villoro” grita sin que su mamá la suelte de la mano. La mamá con cierta ternura le dice, no solo el libro, vas a conocer a Villoro en persona y la nena de mochila naranja y sombrero coquette entorna los ojos y abre la boca incrédula.

A ese acto lleno de ternura, le siguió un acto de traición: una pareja de novios frente a mí. Él, ante la dudosa información, decidió cruzar por los pasillos angostos y los dos patios del edificio Carolino para preguntar dónde daban los boletos que aseguraban la entrada a la presentación del libro La figura del mundo, tres minutos después los comienzan a repartir bajo la estricta consigna de que son personales. Ella llama presurosa al chico en cuestión e intenta persuadir al staff diciendo que su acompañante está en el baño. Los boletos son pocos y la tensión aumenta, yo estaba en la misma situación.

Con un amable y rotundo no, la chica nos dice que nos formemos de nuevo en lo que nuestros amados aparecen. Yo le miro las manos y calculo unos 20 boletos, volteo a ver la fila y me resigno a no entrar, ya Dios dirá, mientras mando Whats Apps con la leyenda “corre, corre”. La novia enamorada pidió su boleto y cuando aparece el novio agitado intenta escudarse con cara de gatito de Shrek “no supe qué hacer”.

Entramos a la charla y en punto de las cinco de la tarde, aparece la figura del mundo en persona. Un hombre altísimo y delgado, con las pecas de la edad en la cara y el aplauso al unísono de las 200 personas expectantes. Con Villoro siempre se aprende y se ríe en igual intensidad. Para hablar como él se debe leer de todo y todo el tiempo y por qué no decirlo, se debe tener un papá como Luis Villoro.

(La reseña de este libro está en mi columna del 4 de febrero).

Salí con firma de libro y un abrazo de la chica a la que dejé colarse en la fila porque su camión partía en menos de una hora y no quería irse sin que el Maestro le firmara su libro de cuentos infantiles.

Villoro estará en Xalapa en abril y en ese mismo mes —del 4 al 21— estrena una obra de teatro inspirada en la psicodelia. La puesta en escena se llama Hotel Nirvana y ya pueden consultar la cartelera del Cenart de la CDMX.

Síganme en IG como @tanarmonica me encantaría saludarlos por ese medio y saber que no estoy sola en esto del desajuste vacacional.

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