Teresa Luna Sánchez trabaja conmigo hace más de una década. Cuando la conocí, limpiaba una casa tres veces por semana, hacía esferas y criaba borregas, pollos y guajolotespara pagar la universidad de sus tres hijas.
Mi abuela María Veloz Martínez, se encargó de sus siete hijos toda vez que mi abuelo enfermó y murió antes de cumplir los cuarenta años. Limpió casas, vendió productos de belleza, lavó y planchó ajeno hasta que los hijos se le fueron casando.
Mi otra abuela, Salustia Hernández Hernández, fuetendera, curandera, criadora de puercos y líder vecinal.Sobrevivió estoica la muerte de dos hijos y procuró casa y comida a varios de los nietos hasta el final de sus días.
Con catorce años, mi madre, Mané Galván Veloz, comenzó a vender cremas antiarrugas en calles como Casas Alemán, Ticomán y Aragón. Su habilidad de convencimiento hizo que pronto se convirtiera en la vendedora estrella de la zona. Tiempo después, con la crisis del 94, subsistimos gracias a las tandas, el Monte de Piedad y la venta de chamarras de mezclilla que supo acomodar entre los vecinos de Paseos de Taxqueña y la Campestre Churubusco.
De esas mujeres venimos nosotras, las que tuvimos la oportunidad de estudiar, las que dejamos de parir, las que soñamos, las que no cocinamos. Las que vamos a terapia.
Mi hermana Nataly Martínez Galván y yo fuimos de las primeras en la familia en graduarnos de la universidad y connosotras, Renata, Adriana, Marcela y Amayrani. Carmen, Dulce, Gaby, Yadhira, Jessica y Jocelyn destacan en las ventas, el emprendedurismo y la belleza. Saile en la moda y Melissa en la enfermería.
Mención aparte para mi prima Mayra Gallegos Galván, única mujer cremadora y embalsamadora a nivel nacional que da servicio en el IMSS.
Tere, en cambio, sigue con la crianza de animales para entretenerse y trabaja conmigo más por el cariño que porque le haga falta. Cambió las esferas por el negocio de la ropa y juntas nos hemos curado enfermedades y reído hasta conocernos todos los dientes.
Hoy llegó feliz a decirme Moni, mis ojos vieron por primera vez una mujer trailera, vieras lo bonito que sentí verla con su pelo largo y sus lentes oscuros manejando una pipa de PEMEX, no cabe duda que las mujeres somos valientes y chingonas. ¡Se puede! Moni ¡Se puede!
Nota Bene: Lo que hizo Fernández Noroña en el Senado lejos de conmoverme me dio asquito, aunque, debo reconocerlo, me inspiró a escribir esta columna.