Queridos todos, he necesitado de tiempo para acomodar la vida y las ideas posteriores a la residencia de escritura en Tepoztlán. Regresé a casa después de sentirme universitaria por dos semanas: clases, amigos, las charlas en algún café, la fiesta literaria y tiempo bastante para encontrar el camino amarillo con el impulso del maestro y tipazo, Alberto Chimal.
Digamos pues que los objetivos y el planeamiento se aprobaron y todo lo que queda es escribir y escribir y escribir.
En otro tiempo, me clavaría como una enferma a los libros y a las sugerencias, me encerraría en el estudio como Gabo si tuviera a Meche para encargarse de la vida de hijos y casa. Si bien tengo un esposo maravilloso, en mi ausencia se olvidó del pasto, las plantas y los perros. Mis dos hijos adolescentes sobrevivieron gracias al microondas, el cereal y las infalibles sincronizadas. Un hombre, me queda claro, sobrevive a sí mismo, el cuidado de los otros seres vivos, no es prioritario.
¿Qué implica escribir y ser mujer? Varias de las compañeras escritoras contemporáneas han decidido no tener hijos porque siempre y de alguna manera, la mujer termina por ceder a sus sueños y ellas no están dispuestas a hacerlo.
Lo entiendo, lo respeto y lo aplaudo.
Las demás, las que vamos por la vida intentando hacer nuestra vida la culpa nos invade cada minuto dedicado a lo que somos.
¿Es posible fijar un horario cuando hay que estar pendiente de la lavadora, la despensa y los trastes sucios?
¿Qué se hace cuando tienes una idea brillante después de horas donde el cursor de la pantalla no avanza y el hijo mayor entra al estudio eufórico para decirte que su video en YouTube alcanzó los mil likes?
O cuando el otro, el deportista llega del fútbol con la rodilla pelada y carita de dolor, ¿qué se hace en esos casos?
Se necesita de mucha disciplina, valentía y valemadrismo.
Me tomó semanas, me disculpo por ello, más estoy convencida que encontré el equilibrio. Dicho lo anterior, estoy aquí de nuevo, escribiendo en medio de un picnic, fingiendo que atiendo las conversaciones, con un ojo al gato y otro a esta columna que tanto extrañaba.