Genaro no estaba de humor ese día, ningún día gris le parecía apropiado para trabajar. Las lluvias intensas y las coladeras taponeadas de basura habían sido los culpables de que su colonia se hubiera inundado en pocos minutos. Apenas logró salvar la pantalla y algunos libros antes de que la primera planta de su casa quedara bajo el agua.
A pesar de su desgracia, llegó puntual al teatro para la función de las siete. Julia había quedado de pagarle -ahora sí- los diez mil pesos que le debía desde hace medio año y con los que Genaro pensaba comprarse una moto de segunda mano para trabajar como repartidor de comida, toda vez que su hija estaba por nacer y el dinero no alcanzaba.
Poco antes de salir a escena recibió una llamada anunciándole que el personaje de el “Dinamita” era suyo. Sería su debut en la pantalla grande y, además, iría como protagonista. Esa noche sintió que la vida le sonreía y quiso darle la buena nueva a su mujer con tacos y cerveza sin alcohol.
La lluvia lo sorprendió afuera de la tienda. Espero diez, doce, quince minutos y decidió caminar bajo la lluvia o de lo contrario perdería el último Metrobús de la noche. Las calles se habían convertido en lagunas, el agua le llegaba a las rodillas cuando a la distancia vio el camión acercarse. Se abrió paso entre la corriente de agua lo más rápido que pudo. En una mano llevaba el six de cervezas y en la otra, la bolsa inflada por los vapores de los tacos al pastor. Tres metros antes de llegar a la banqueta desapareció ante la mirada incrédula de quienes esperaban en la estación de Insurgentes.