Marta Patricia Becerril Gómez cuando toma el micrófono lo hace con firmeza.
Ya nada la arredra.
Se planta firme.
Ha aprendido a transformar su dolor en esperanza.
En una cruz que detienen las familias aparece la siguiente leyenda:
“Su amor es nuestra fuerza”
De fondo se encuadra el edificio de la procuraduría. Un edificio de cristal que esconde los secretos de la impunidad en Puebla.
La Procu, al menos así se conoce. En las combis, se conoce ese edificio como La Procu. Aunque hoy se llama Fiscalía y aunque se haya cambiado la ley para darle otro nombre.
Es un domingo 15 de mayo.
(En todo el país se celebra el día del maestro. Los discursos grandilocuentes y las celebraciones a modo.)
Un 15 de mayo también tomaron la vida del periodista sinaloense, Javier Valdés, hace 5 años. En distintas zonas del país periodistas y familiares exigen que sea detenido el asesino del periodista Javier Valdés.
El 15 de mayo del 2018, la familia de Zyanya Estefanía Figueroa Becerril recibió una noticia que le cambió la vida a la familia.
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Marta Patricia Becerril viene de la ciudad de México.
Esa ciudad que se imagina de por sí violenta.
Quizás por eso la médico-pediatra, Zyanya, su hija, estudiante de medicina de la UNAM, vino a la ciudad de Puebla a hacer una residencia médica. En la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y en el Hospital del Niño Poblano.
Por eso a Zyanya, sus papás le compraron una casa en un fraccionamiento cerrado de la ciudad de Puebla. Un fraccionamiento que consideraban seguro y en donde su hija estaría segura.
Ese 15 de mayo de 2018, Patricia Becerril recibió esa llamada fatal.
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Una vez que Patricia Becerril conoció el feminicidio de Mara Castilla, deseó que a su hija no le pasara nada parecido.
Eso fue el 8 de septiembre de 2017. En torno a Mara, joven estudiante universitaria, la sociedad civil se movilizó.
Eran los días en que se creía que Puebla, al ser una ciudad universitaria, sería una ciudad segura.
En que Puebla se presumía como una ciudad universitaria.
(Hoy se presume como una ciudad turística).
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A cuatro años de la pérdida de Zyanya, sus padres no se dan por vencidos. La vida les cambió por completo.
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Es un domingo de mayo.
Es un 15 de mayo de 2022.
Ese mes en que los poblanos festejan un triunfo militar del siglo XIX con un desfile pomposo y patriótico.
Una patrulla se cruza a un costado del boulevard 5 de mayo.
Sobre la calle frente al edificio de la fiscalía madres y familias víctimas de feminicidios sostienen una cruz.
La cruz lleva el nombre de Zyanya.
La mamá de Zyanya toma la palabra.
Denuncia todas las irregularidades que la Fiscalía del Estado de Puebla (la actual y la del gobierno pasado) han cometido en la investigación del caso de Zyanya.
Cómo han querido presentar el caso de Zyanya como un suicidio, para quitarlo del espacio terrible del feminicidio.
Cómo los funcionarios de la Fiscalía se han negado a investigar con perspectiva de género el caso de Zyanya.
Patricia Becerril repite con fuerza:
“Nosotros, sí tenemos memoria señor fiscal”.
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La familia de Minerva Calderón también se encuentra en la ceremonia.
La madre toma la palabra y recuerda que el asesino de Minerva Calderón no ha sido capturado desde el día 17 de mayo de 2017, fecha en que fue asesinada su hija.
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Antes de colocar la cruz frente a la Procuraduría, en un pequeño jardín, activistas y familiares realizan una caminata sobre el boulevard 5 de mayo.
Se detiene el tránsito de coches por algunos momentos.
Cargan la cruz.
La pasean.
El tiempo se detiene en ese domingo de un sol de rayos penetrantes.
El tiempo se detiene unos minutos.
Ya han cavado un hoyo para sembrar esa cruz.
Junto a la cruz también van a sembrar una jacaranda.
Junto a ese jardín, hay otro grupo que desde hace varios meses acampa.
Huele a marihuana.
Es un campamento que promueve la despenalización en el uso y consumo de la planta y sus productos.
Frente a ese campamento, cruzando el boulevard se encuentra un pequeño parque, un mini-parque dedicado a la activista de los derechos sexuales-reproductivos Agnes, quien fue violentamente asesinada en el contexto de un crimen de odio.
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Para la Organización Ciudadana Nacional de Feminicidios, que le ha dado seguimiento al asesinato de Zyanya la exigencia es clara: “Exigimos al Gobierno del Estado de Puebla que de manera pública e inmediata dé a conocer cuáles son las acciones prioritarias que está realizando para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres poblanas.”
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La memoria se fragmenta. El olvido se impone.
El Estado renuncia a la justicia.
Ni las familias de periodistas ni víctimas de feminicidio encuentran justicia.
Carlo Pini en su colaboración de este lunes escribe en Las Almas Muertas:
“Cuando se habla de justicia en México pasan las horas, los días, las semanas y nada pasa. O muy poco.”
Este país pierde la memoria, y sin memoria no hay justicia.
Presente y pasado conviven, pero no hay justicia cuando el pasado se olvida.
Sólo la madre de Patricia Becerril lo sabe y lo dice con fortaleza.
“He aprendido a transformar el dolor en esperanza”.