“Yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”. Mateo 16:18
La continuación de la fe necesita más piedras.
Una iglesia se funda sobre sus fieles y con devoción.
Claudia Sheinbaum es el Pedro de la fe morenista.
Para que la iglesia perdure hay que disipar la fe de la incredulidad.
Los incrédulos no pueden creer en el dogma.
En la tradición religiosa, sobre Pedro, que significa piedra, se fundó o se cimentó una iglesia.
Para que el cristianismo se conservara la tradición recayó en Pedro.
Sheinbaum es la conversa. Aunque su formación es científica abandonó a los suyos y comprendió que una regla del sistema político mexicano es demostrar obediencia y lealtad al Presidente.
“El que se mueve no sale en la foto”, frase vigente del viejo PRI.
No importa que después realice un parricidio político.
Durante la sucesión mostrar sujeción y no moverse son reglas políticas. Así se forjó la psique del poder de la generación de la década de los setenta, en el apogeo del Partido de Estado, de los sectores populares y del nacionalismo hechizo mientras se cooptaba a las disidencias y se reprimía a estudiantes, campesinos y obreros.
***
Marcelo Ebrard no sería ningún Pedro.
Es demasiado independiente.
Las iglesias y las sectas necesitan de la obediencia. De la apariencia de la obediencia.
Marcelo sería más que un converso. Marcelo sería un nuevo Lutero. Un transformador de la secta hacia algo moderno, en el inicio de la autonomía personal. Una revolución insoportable para el clero monotemático del partido.
Lutero le dio al cristianismo una nueva vida y abrió así las puertas del individualismo moderno, ya con un pie en la modernidad. Las tesis del monje Martín Lutero cimbraron al papado.
El Papa no es más que un creyente en el cuerpo de la iglesia, las Escrituras deben quedar en lenguas nacionales y vernáculas para su libre interpretación.
***
Si la iglesia se fundara sobre los teólogos sobreviviría con vaivenes. Si la iglesia se fundara sobre los intelectuales sobreviviría con un giro intelectual y copernicano.
Tomás es otro gran personaje del relato neotestamentario. El incrédulo que quiere conocer las verdades de la resurrección a través del tacto. El que pone el desafío cara a cara contra la fe.
Hay que dudar, expone Tomás. Por supuesto, ninguna iglesia se fundaría sobre Tomás porque duda. De este relato se puede aprender que quien duda forma una sociedad distinta a la de la fe.
Ricardo Monreal es Tomás, el escéptico del reino político, a la espera de que el reino se vuelva otra cosa. A la mejor una democracia laica.
***
Los líderes religiosos buscan la trascendencia. Ir más allá de la historia. Romper los moldes de lo inmediato. Cruzar todas las montañas y los valles para encontrarse con un llamado meta-histórico.
Quienes buscan una trascendencia sin cuidar sus límites logran su ingreso al escándalo noticioso.
Así fue para los seguidores de David Koresh en Waco, Texas, el culto davidiano que resistió el asedio de los agentes del FBI en la década de los noventa. Un culto cristiano que atemorizó a la heterodoxia conservadora. Y años más atrás, el suicidio colectivo de la fe de los seguidores del pastor (ex)bautista Jim Jones en Guyana.
Las expresiones de la fe de los seguidores de distintos grupos y formas de estas concepciones por alcanzar el gran Otro. El deseo de ir más allá de la fragilidad cotidiana y el deseo de trascendencia. Búsquedas humanas de lo que sea más que humano.
La búsqueda de un bien común y un bien político debe mostrarse ajeno a cualquier forma de pensamiento o práctica religiosa. Si la función del Estado es establecer el orden político esto es ajeno a los aires de trascendencia histórica.
Gobernar soñando que se es un prócer carece del mínimo sentido democrático y es antipopular, alejado de cualquier síntoma izquierdista.
Hay otros que gobiernan para la selfie porque creen que la historia se vive en Instagram.
La comunidad política debe ser laica y pluralista. Desde los ateos hasta los creyentes de cualquier fe; desde los indiferentes o los seguidores de algún culto Yoruba tropicalizado en el mestizaje, pero las categorías políticas deben dejar de lado las creencias religiosas o el culto devocional.
Aunque creamos que lo más elevado se encuentra en lo religioso, lo político debe esquivar y huir de cualquier concepción religiosa.
No hay algo más dañino que creer que las acciones políticas son guiadas por la Historia o que el político de moda encarna al prócer o es la reencarnación política de Zapata, de Lázaro Cárdenas, del Che Guevara, de Simón Bolívar o de Benito Juárez.
Ni las condiciones históricas ni las coyunturas son las mismas. Esa melcocha político-religiosa es muy conveniente para los frágiles liderazgos unipersonales.
La democracia aspira otros aires. Y le hace bien una sacudida de vez en cuando, que el pueblo se levante y se irrite, que les arrebate a las élites su comodidad. Ojalá esto también sucediera.
***
Este domingo se profundizó la diferencia política, que algunos también llaman polarización.
El ejemplo de la ciudad de Puebla basta como muestra: promotores de la revocación de mandato vs. promotores del abstencionismo de esa consulta.
Al mirar de reojo ambas expresiones políticas, uno entiende que para estos grupos no hay puntos medios ni matices. Regresamos a la década de los sesenta, aunque las comparaciones son riesgosas y la historia no se repite, y cuando lo hace regresa como farsa. Fúas vs. Carolinos versión 2022. La vieja derecha vs. La izquierda o cierta forma de izquierda que no acaba de formarse. Mejor el antagonismo discursivo: chairos vs. fifís.
El estado de movilización política permanente se funde con el antagonismo, pero cifra su futuro en que un puñado de fieles contagiará de fervor a las masas.
***
Religiones políticas como el estalinismo y el maoísmo han reemplazado a las creencias religiosas tradicionales. Los republicanos se han cimentado en la idea de la familia y en los valores del cristianismo evangélico estadounidense. Bolsonaro y sus seguidores se asientan en el pentecostalismo y el cristianismo evangélico que desbordó a las iglesias históricas.
Valdría la pena repensar las prácticas políticas actuales bajo la luz de estos “vigentes arcaísmos” (si se vale el oxímoron) porque la fe convive, híbridamente, en los modos de producción y los discursos de la política, de la tecnología y de la biopolítica de las creencias. La República amorosa, hoy Cuarta Transformación, es una República de pasiones y un síntoma de que somos demasiado humanos.