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jueves, noviembre 21, 2024

La 4T en Puebla más allá del 2024

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El obradorismo en su versión renovada retomará las riendas del estado, de la ciudad y del Congreso, en el 2024, si el escenario político-electoral no se modifica.

La vida política de Puebla hoy se concentra en la disputa al interior de Morena rumbo al 2024.

La visita del fin de semana del presidente Andrés Manuel López Obrador sirvió de espaldarazo para el gobernador, Sergio Salomón Céspedes Peregrina.

Si alguna duda se había sembrado sobre las preferencias políticas del hoy gobernante poblano, el presidente las contuvo de tajo. Al viejo estilo del centralismo mexicano, López Obrador sumó un aliado más a su proyecto de la Cuarta Transformación.

Y lo incorporó a su proyecto nacional, a pesar de los orígenes priistas y morenovallistas del hoy gobernante.

Andrés Manuel López Obrador es un político pragmático, en el sentido del concepto de Jeremy Bentham; y reconoce que Puebla es un estado clave rumbo al 2024.

(Para los morenistas puritanos, el apapacho de Obrador a Sergio Salomón les parece un nudo gordiano o un misterio de la metafísica tetratransformadora.)

En la segunda década del nuevo milenio la configuración de fuerzas políticas, de grupos políticos y de sectores sociales, se agrupa más cerca de la izquierda institucional de la Cuarta Transformación (léase Morena), en esta versión tutifruti donde todos caben, que en los rumbos de los partidos neoliberales y conservadores.

A veces da la impresión, que el espectro ideológico de la izquierda obradorista-tetratransformadora es tan flexible, que hasta tiene espacio para la derecha poblana de rancio abolengo.

Basta colocar un ejemplo, de sobra conocido, el rechazo de la bancada de Morena y del Partido del Trabajo a cualquier reforma que eche abajo la mítica Ley de la Familia, ícono de la coalición entre el PRI y el PAN en el Congreso Local durante el gobierno marinista.

Sin olvidar las excepciones de legisladores y legisladoras priistas que se opusieron a este pacto conservador en el Congreso de Puebla.

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La disputa del 2024 pasa por los acuerdos, pactos y desavenencias que la izquierda de la Cuarta Transformación desarrolle en sus filas.

Para el 2024, los priistas ya hacen fila en Morena y tocan las puertas de los distintos grupos morenistas y protomorenistas para mantenerse en el poder.

El PRI y un sector liberal del panismo poblano se ha vuelto el mejor aliado de Morena en el Congreso Local y le ha permitido a la bancada morenista conservar su hegemonía.

Aunque de poco le ha servido esta hegemonía porque su agenda legislativa es difusa, y alejada de los planteamientos del obradorismo.

A pesar de la cercanía de Puebla con la ciudad de México, gobernado por morenistas old-fashioned, Puebla también gobernada por Morena, se mantiene ajena a la agenda de la Cuarta Transformación.

Los morenistas de Puebla mantienen la genética, las prácticas y el vocabulario de los viejos gobiernos neoliberales.

Aunque unos a otros se acusan de ser más puros o más obradoristas, o haber llegado primero que otros, o haber repartido más periódicos de Regeneración, o de tomarse más selfies con Andrés Manuel López Obrador antes del 2018, la verdad es que estos grupos se parecen demasiado entre sí porque no han ofrecido visiones democráticas o programas que  rebasen su voluntarismo político.

Los gobiernos morenistas en Puebla se han tardado en comprender la visión política de Andrés Manuel López Obrador, y se han limitado, a recibir los programas federales implementados por el gobierno federal, sin mayor esfuerzo.

Las reformas políticas y administrativas de gran calado en el bienestar social no se han replicado en reformas a nivel estatal y municipal, a pesar de que han sido claramente delineadas por el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador.

Si Puebla ha tenido, del 2018 a la fecha, gobiernos de la Cuarta Transformación, han sido réplicas descafeinadas y con un tufo de rancio conservadurismo, en la esfera local.

Le ha costado a los gobiernos de la Cuarta Transformación en Puebla comprender al presidente, o vamos, por lo menos, el Plan Nacional de Desarrollo.

Lo que ha prevalecido es un cambio de vestimenta y de escenografía, se ha pasado de los colores azules o tricolores, a los chalequitos guinda.

Aunque todo lo demás permanezca intacto.

Por eso, el gran desafío de la Cuarta Transformación en Puebla para el 2024, será reinventarse y aterrizar el modelo de la Cuarta Transformación, profundizando la transformación prometida con que juraron “hacer historia”.

Si esto no es así, simplemente, en el mediano plazo, el electorado  será sensible a otras opciones políticas.

A Puebla le ha costado mucho el desarrollo político de las últimas décadas; Puebla se ha quedado al margen de una mayor participación social, de reconocer su diversidad política y de crear una democracia de tiempo completo.

Puebla ha tenido desde góbers preciosos hasta góbers de obras faraónicas que hipotecaron las finanzas estatales.

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Nunca hay soluciones mágicas.

La clase política que ha gobernado Puebla es también un resultado de la población: de su apatía y desánimo; de creer que la única responsabilidad ciudadana es votar cada seis o cada tres años, y que todo se resolverá; de intercambiar el voto por tinacos, por mantenerse en un padrón de beneficiarios, o simplemente, porque así ha sido todo en el pasado.

La movilización histórica del 2018 en las urnas, así como el voto anti-PRI que echó al PRI de los Pinos debieron transformarse en programas profundos de transformación a mediano y largo plazo.

La democracia también tiene una vida tóxica.

Y la Cuarta Transformación, en una democracia, también tiene caducidad.

Pero su caducidad va más allá del 2024.

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