(Atención. Léase este decálogo de urbanidad partidista en un sitio y en un momento apropiado: la tumba del prócer preferido, antes de emitir un voto en la elección partidista, después de haber visto las tres temporadas de Dark, antes de dormir, no se recomienda esta lectura en ayunas, etc.)
- Basta dirigir una mirada al firmamento, observar las transformaciones que ha vivido la ciudad, el Estado y el país. Contemplar y reconocer los bienes maravillosos de la transformación en turno, reconocer la sabiduría y la bondad del partido, de sus dirigentes y de sus decisiones. El militante encontrará en el partido el espejismo de todas sus ilusiones. El infinito amor al partido debe estar por encima de los intereses particulares.
- Los militantes del partido son deudores al partido de las grandes maravillas de la transformación en turno. Contemplar los bienes magníficos de este cambio arrebolado. De esta reverberación de las frecuencias solares. Del magma que nos infunde energía a sus militantes corazones.
(Se le sugiere al hipócrita lector que conozca los documentos básicos de su partido, si es que se trata de un militante.)
- El partido enaltece el alma humana. El partido es el algoritmo hecho realidad. El partido es la verdad para transitar de lo chairo a lo fifí. El partido es la inteligencia artificial más docta. Es el logos y es el abismo. El partido es el anti-edipo y el Titanic. Es la nueva Babilonia juntito a Comala.
- Gracias al partido, los militantes chairos deberán seguir repartiendo el periódico del partido de puerta en puerta. Los militantes fifís podrán obtener una candidatura. Placearse en los templetes y estar en los lugares VIP de los mítines y del poder.
(Si el lector ha llegado hasta acá, recite un poema de Jaime Sabines en voz alta.)
- La mayor parte de las desgracias humanas provienen de desobedecer la línea política del partido.
(Se le recuerda al hipócrita lector que este es un país laico y muy narcisista.)
- ¿Cuántos militantes del partido caben en la punta de un alfiler? Los que dictamine el consejo político del partido.
(Se le recuerda al lector que si no es militante de algún partido político debe acudir a cualquier partido político para volverse militante de un partido. Quizás la lectura surta algún efecto terapéutico.)
- Una pregunta incómoda: Si en un partido político hay muchos demócratas entonces, ¿se pueden evitar las elecciones internas y reemplazarlas por un volado?
- El militante leal del partido no se acongoja ni sufre. Ya nada lo sorprende. Fundó el partido para ver alejarse el partido de sus fundadores. Fundó el partido para contar las mejores anécdotas del partido. Fundó el partido para irse a tomar fotografías con el líder moral del partido y subirlas a sus redes sociales.
(Si al leer este decálogo se siente aludido, acuda de inmediato a su psicoterapeuta. Si carece de él, acuda de inmediato a una línea 01-800 de ayuda psicológica)
- El militante del partido podrá siempre inscribirse a cualquier elección interna del partido. El militante del partido podrá inscribirse en la lista de aspirantes a una candidatura.
El militante del partido deberá reconocer que nunca podrá ser candidato del partido sino es palomeado por una de las tribus del partido. El militante del partido aceptará su destino.
- El partido carece de ideología. Hay que entender bien esto. No quiere decir que el partido no tenga ideología. Sino que la ideología del partido es siempre lo que hace que el partido sea eternamente perfecto. Una entidad sin fisuras. Una mónada pulida. Una fusión de la perfección política. El partido no se equivoca. Es perfecto. Sus militantes comenten, algunas veces, equivocaciones. Como humanos persisten en sus fallas. Las decisiones del partido buscan el bien de la patria.
(Después de haber leído este decálogo evite leer algún libro de Nietzsche: podría volverse un nihilista extremo).