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jueves, noviembre 21, 2024

¡Adiós a Facebook!

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El público recibe cada día cientos de mensajes del más allá o del más acá. Las redes sociales nos hacen felices o infelices.  

Aunque ahora sabemos que las redes sociales son para personas mayores y que quienes tienen futuro, es decir, son jóvenes, ocupan tik-tok.  

Todavía, hace algunos años, ser usuario de Facebook era algo así como estar a la moda.  

Hoy, ocupar Facebook es como navegar en una piragua funeraria en un río tropical. 

A esta polémica red social la persiguen los escándalos. Y le persigue también la poderosa espiral del decrecimiento.  

Facebook, al parecer, ya no seguirá subiendo. Su número de usuarios decreció en su última medición. 

Me imagino un globo que se pincha en pleno vuelo.  

Me imagino la tragedia de una fortaleza en Troya cuando recibe un misterio regalo: un caballo de tamaño gigante. 

La espiral del decrecimiento amenaza a Facebook.  

Sus usuarios eran quienes hacen 10 años eran jóvenes y hoy ya no les interesa tanto pasar tiempo en esa red social, saturada de publicidad; donde todos sus usuarios están sujetos al algoritmo denominado Edgerank para visualizar sus posts.  

Además, Facebook ha dejado de ser divertido.  

(Si es que en algún momento lo fue) 

Ha dejado de ser divertido para Facebook ocupar los datos privados de los usuarios para obtener ganancias. 

Ese es otro revés.  

Las nuevas restricciones de la Unión Europea le impedirán a Facebook intercambiar fácilmente datos en esa región del mundo.  

Y ya amenazó el gigante norteamericano con dejar la Unión Europea.  

Hace muchos años cuando aparecieron los primeros video-clubs y las videocaseteras Beta, las salas de cine se vaciaron.  

La gente dejó de asistir a las salas de cine; algo así como la globalización del fantasma de Cinema Paradiso sólo que en tiempo real y sin Giuseppe Tornatore.  

Aparecieron por doquier video-clubs.  

Todo mundo iba los fines de semana por su dotación de video-casettes.  

Después llegaron las video-caseteras VHS y se arrumbaron las video-caseteras Beta.  

Algo así sucedía con los discos Long Play, que dejaron de producirse masivamente cuando apareció los reproductores de discos compactos jurando que un sonido infinitamente mejor llegaría a nuestros oídos. 

(Hoy los discos de acetato están de regreso; en esa cultura de la nostalgia que permite revivir series como Stranger Things para sentir que los ochenta o los noventa no fueron tan lejanos. Es un impulso brutal por la nostalgia). 

Hace unas semanas me encontré en el streaming la película navideña Love Actually. 

La secuencia en la que David (Hugh Grant) baila Jump se me quedó pegada como una legaña mental y dopamínica.  

Seguí la pista y recordé que Jump era una rola de las Pointer Sisters. 

No sé si llegaremos al mundo del meta-verso. 

O si la misma espiral que hizo crecer de manera ascendente el número de usuarios de Facebook va a ser la espiral que desplome esta red social de manera acelerada.  

Facebook ya llegó a su tope de crecimiento.  

Ya no hay usuarios interesados en engrosar la red social.  

Ahora, sueñan con hacer su video en tiktok 

Facebook quedará, si las predicciones son certeras, como esas unidades habitacionales o fraccionamientos que en algún momento estuvieron de moda y eran la envidia de la clase media, pero que por alguna razón se desinflaron hasta convertirse en el paisaje de una pesadilla zombi. 

Eso que le sucede a Facebook, que le sucedió a los blockbusters, a las videocaseteras Beta y VHS, a los reproductores de discos compactos, a los acetatos, etc., al PRI partido de Estado, al nuevo PRI de Peña Nieto y al PAN de la transición democrática de principio de siglo, entre otros. 

En algún momento, los cñores de la política encauzan el ánimo popular.  

Los políticos se sienten que caminan en nubes arreboladas y de terciopelo. 

Que ningún mortal los merece. 

Que ellos (por favor, la inclusión de género) van a cambiar la historia.  

Y añoran que las calles de sus pueblos lleven su nombre, también la escuela primaria, la secundaria y hasta la universidad.  

Pero el filósofo de la ciencia política, José José, en un arrebato intelectual le cantó a la transitoriedad y definió que, hasta el amor romántico idealizado de sus rolas, “acaba”.  

(La traducción rocambolesca es que el amor como forma de consumo en el mundo de consumo se acaba, como si se tratara de un recurso no-renovable, por ejemplo, el petróleo). 

Políticos que suben y que bajan. 

Que bajan y siguen bajando.  

Y que desde el privilegio de su posición engolan la voz (cualquiera que esta sea, hasta podrían utilizar un sintetizador de voz) para declarar el bien y el mal, los bendecidos y los malditos, los buenos y los malos, y así.  

Pero, de nuevo la cita obligada monterrosista, los periodistas siguen ahí, 

Las ciudades siguen ahí. 

Los problemas y la pobreza, y la inseguridad, y la corrupción, y el desempleo, y la carestía y hasta Panteón Rococó, siguen ahí.  

Y cuando despertó, el periodista seguía ahí  

(O algo así). 

Facebook se irá (quizás).  

Y sólo quedará el recuerdo de las fotos y los posts que compartimos o que no compartimos.  

Y las miles de horas que alienados (alienación) de nosotros en el capitalismo cognitivo, le dedicamos a esa deidad profana de bytes y tera-flots.  

Lo mismo sucede con los políticos.  

Van y vienen.  

Algunos se vuelven clásicos, a la mala. 

¿Quién no se acuerda de Fidel Velázquez?  

¿O del poblano más memorable (por las malas) en la vida política nacional, Gustavo Díaz Ordaz? 

O de los góbers preciosos y fifís que han pululado en el universo de la Patria.  

El consumo de la nostalgia me permitió en diciembre pasado escuchar un cover de 99 Luftballons (Neunundneunzig Luftballons) rola que se puso de moda en 1983 y que mi otro yo, uno de los tantos, escuchaba mientras aguardaba que el partido de Estado eterno se derrumbara 

Quizás, sí, sólo quizás, pero un quizás altamente probable: Heráclito de Éfeso tiene razón.  

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