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domingo, octubre 5, 2025

Una mujer sin sombrero en un mar de tiburones

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La imagen del 9 de marzo de este año no se repitió.

Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Andy López Beltrán, Alejandro Esquer y Manuel Velasco fueron enviados a un corral ubicado detrás de los lugares que ocuparon los gobernadores en el zócalo de la Ciudad de México.

Esta vez no ocuparon los primeros lugares.

Esta vez, tampoco pudieron agraviar a la presidenta Claudia Sheinbaum dándole la espalda premeditadamente.

El corral los unió.

Y desde ahí vieron, a lo lejos, el discurso de la presidenta por su primer año de gobierno.

Como nunca, la doctora Sheinbaum se vio segura, dueña del escenario, festiva, elocuente, con las cifras que demuestran lo que ha sido este primer año en Palacio Nacional.

Con una oposición sumida en el descrédito, con unos aliados (desleales) metidos en el desamparo, con un pueblo entregado a la presidenta, el discurso que celebró el crecimiento se vio pleno y maduro.

Vi dos cosas el fin de semana: el documental por el primer año y una entrevista con Annie Pardo, madre de la huésped de Palacio Nacional.

Y entendí cosas que ratifican algo: el estilo de la presidenta.

Un estilo doblado de historia de vida.

Es decir: de autenticidad.

La madre de la presidenta es científica, como ella, y carece de poses, como ella, y de verborrea, como ella.

Es auténtica, sencilla, inteligente, lúcida, y no está metida en esa olla exprés en el que suelen vivir seis años los cercanos al poder.

Su conversación es como la de su hija: una conversación bañada de conocimiento científico y de valores.

La madre de la presidenta ha sido una buena madre judía (sefardita), quien a la par de sus estudios de postgrado —como la presidenta— se dio tiempo para atender su hogar.

Hablan claro las dos porque han hecho de la inteligencia una casa con varias puertas y ventanas.

En el documental, por ejemplo, aparece una doctora Sheinbaum desconocida que tiene una virtud que los huéspedes de Palacio Nacional suelen perder: una risa sencilla y clara.

Una risa que celebra los triunfos de sus hijos.

Una risa que ha cruzado con ella los mejores y los peores momentos.

Después de ver el documental sobre la presidenta y la entrevista con Annie Pardo (que borró a Sabina Berman, la entrevistadora), entendí cómo es que le ha hecho para vivir en un mar de tiburones y salir avante.

No ha sido un año fácil —no podía serlo—, pero ha llevado a México a un lugar de privilegio y ha enfrentado la inseguridad como nadie en el pasado reciente.

Y algo más: ha borrado con enorme elegancia la presencia brutal de su antecesor.

Sin gritos, sin manoteos, sin deslealtades.

Con un trabajo cotidiano que alcanza las dieciocho horas diarias de entrega y de fatiga (que también es legítima).

Hay presidenta de México.

Hay que decirlo.

Mucha y jubilosa presidenta.

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