Un taxista de Úber me explicó qué es el humanismo mexicano del presidente López Obrador.
Yo iba a un restaurante y había enviado mi auto a servicio.
La charla se dio de manera natural.
López Obrador apareció en la conversación.
El taxista elogió varias acciones suyas, pero la parte importante vino cuando empezó a definir el humanismo mexicano.
Palabras más, palabras menos, me dijo que los programas sociales —las denominadas becas del bienestar— conforman el corazón del gobierno.
Y más: que ese corazón es la parte humanista.
Es decir, asentó:
“Lo que hizo el presidente con los pobres no lo ha hecho ningún otro gobierno. El humanismo mexicano consiste en voltear a ver a los pobres y darles una beca que les permita vivir modestamente. No van a salir de la pobreza, pero sus días van a ser mejores porque van a ser humanos. Van a vivir como seres humanos gracias a un presidente humano”.
Quedé hecho un estúpido.
Ni Leo Zuckermann ni Aguilar Camín, ni Jorge G. Castañeda han definido mejor el humanismo mexicano que el taxista de Úber.
Ni el Fisgón ni Pedro Miguel, ni Paco Ignacio Taibo.
Tanto buscar definiciones para que en un modesto viaje de Úber un taxista me abriera el horizonte, como en una película de Stanley Kubrick.
Antes de bajar, le pregunté qué había estudiado.
—Soy administrador de empresas —respondió.
Cuando llegué a mi comida impresioné a mis contertulios al hablarles de lo que significaba el humanismo mexicano del presidente.
Debo decirlo: francamente se sorprendieron.
Y más cuando les dije que esa definición era de un modesto taxista de Úber, administrador frustrado.
Algo más hizo el presidente con su humanismo mexicano: creó un poderoso ejército electoral.
Vea el hipócrita lector:
El gobierno de López Obrador tiene un padrón de 42 millones de beneficiarios de los programas sociales.
Pongamos que el 2 de junio acudan a las urnas 21 millones.
(El cincuenta por ciento, siendo pesimistas).
Con eso bastaría para ganar una elección.
Pero a dicho ejército hay que sumarle el voto duro de Morena —la clase media que no es clase media—, y las decenas de miles de simpatizantes que el presidente y sus candidatos tienen en la estratosfera.
Y la operación electoral, tan mexicana.
Parafraseando al taxista de Úber, los beneficiarios del humanismo mexicano serán los primeros en salir a votar este 2 de junio.
Y sin acarreo de por medio.
A muchos de ellos, la beca les alcanza para pedir un Úber.
Nota Bene: Carlos Salinas de Gortari creó con el programa Solidaridad algo que no cuajó porque le mataron a su candidato.
No hay que olvidar que los beneficiarios de Solidaridad fueron los que arroparon a Luis Donaldo Colosio.
Con esa base social, el candidato de Salinas derrotó a Manuel Camacho en las primarias priistas.
Y aquél iba a continuar y a ampliar los programas sociales creados por su mentor.
Al hacerse a un lado —al ser asesinado—, Colosio quedó convertido en una promesa frustrada.
Y Ernesto Zedillo, su sucesor, terminó tan enemistado con Salinas que acabó con Solidaridad y con el continuismo.