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jueves, septiembre 19, 2024

Un tal Marín

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El viernes 16 de diciembre de 2005, la periodista Lydia Cacho fue aprehendida en Cancún, Quintana Roo, por judiciales del estado de Puebla.

Dos o tres personeros del empresario Kamel Nacif prácticamente acompañaron a los agentes a que cumplieran la petición hecha días atrás al gobernador Mario Marín.

Como lo reveló dos meses después la difusión de una grabación telefónica —publicada en La Jornada y en el noticiero radiofónico de Carmen Aristegui—, Kamel Nacif sabía que estaba metiendo en un problema al gobernador del estado.

Durante dicha conversación, ambos ríen, celebran, se ponen apodos cariñosos.

“Mi góber precioso” y “héroe de la película, papá” quedaron instalados en la historia mexicana de la picaresca.

También se incrustaron en el imaginario colectivo —cómo olvidarlo— el ambiente navideño que disfrutaban en ese momento los protagonistas del sainete y las dos botellas de coñac que el empresario enviaría al gobernador a Casa Aguayo para coronar la trama.

“Ayer le acabé de dar un pinche coscorrón a esta vieja cabrona”, presume en un momento Mario Marín ante el regocijo del empresario.

Qué duro les salió a los dos el castigo infringido a la periodista.

Desde ese día de diciembre de 2005 al 10 de agosto de 2024 pasaron casi veinte años brutales para todos.

El nombre de la periodista, de entrada, lo han traído en la cabeza a lo largo de estos años tres personajes notorios: el exgobernador, el empresario y el entonces jefe de la Policía Judicial, Adolfo Karam.

De la jactancia pasaron al desdén, y de éste a la preocupación.

Sus sueños dorados se volvieron pesadillas.

El escándalo mediático los perseguirá hasta el final de sus días.

¿Y qué decir, en el caso de Marín y Karam, del recuerdo amargo de la fuga, primero, y de la cárcel, después?

Nacif estuvo prófugo en ese lapso y se convirtió en un ‘apestado’, aunque evadió con toda clase de artilugios la prisión.

Divorciado de su mujer —quien envió a Blanche Petrich y a Aristegui las grabaciones que lo inculpaban—, se volvió un paria y, en consecuencia, un impresentable.

Marín y Karam ya quedaron en libertad, pero el estigma los perseguirá siempre.

Qué caro salió el capricho del hombre poderoso que quiso quedar bien con el empresario —igualmente poderoso.

Sus vidas —llenas de whisky japonés carísimo y sueños guajiros de convertirse en el Benito Juárez de por aquí cerquita— quedaron fracturadas.

El día de la Candelaria de 2021, Marín fue aprehendido en una colonia popular de Acapulco, Guerrero.

Tres años y medio pasó en prisión.

Primero, en una cárcel del municipio de Benito Juárez (Cancún).

Luego, en el penal de alta seguridad del Altiplano, conocida como Almoloya.

‘Yo sé que te metí en un problema, pero…”, le dice Kamel Nacif a Mario Marín en un momento de esa funesta grabación.

‘Si alguien tiene pruebas que las saque. Si no, que cierre la boca’.

Ambos se metieron en un problema inimaginable.

Ambos, también, se callaron la boca y se quedaron con la amarga lección del ‘pinche coscorrón’.

La periodista —que terminó en un exilio español tras ser amenazada de muerte— dio a conocer este sábado su indignación ante el hecho de que el exgobernador había sido liberado.

Días atrás también se había manifestado en ese sentido al conocer la liberación de Karam.

Éste vivirá sus medidas cautelares en Cancún.

Márín, en tanto, en su casona de Xilotzingo, en Puebla.

En dicha residencia tiene una cancha de futbol en la que jugó a ser Maradona en sus días de gloria.

Hoy volverá a tirar a gol con el terror a cuestas de una mala, terrible, decisión de gobierno.

Es hora de limpiar el ropero y de sacar a orear a los cadáveres.

¿Qué producto tiene la fuerza química para acabar con ese almacenado olor a cloaca?

¿Cómo desterrar el tufo?

¿Cómo vencer el insomnio?

 

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