Un viejo danzón mexicano escrito por Esteban Alfonzo a principios del siglo XX tiene varios versos perturbadores: “Juárez no debió de morir, / ay, de morir. / Porque si Juárez no hubiera muerto… / ¡todavía viviría!”.
El Juárez del danzón es, por supuesto, el Benemérito.
Y esa pieza, grabada entre otros por el legendario Acerina, sigue recorriendo los pueblos y alimentando el mito de los héroes que, aun difuntos, siguen vivos.
Hagamos un ejercicio con el verso central para empezar a cerrar el ostión de la elección presidencial:
¿Qué pasaría sí Xóchitl (Gálvez) no hubiera sido aplastada por 65 millones de mexicanos?
De entrada, a estas alturas del partido ya le habría pedido audiencia al presidente López Obrador para acelerar el proceso de entrega-recepción.
La madrugada de celebración en el zócalo, hubiese ido a tocar las puertas de Palacio Nacional.
A los dos días, habría anunciado su gabinete central, en el que figurarían personajes venidos del más allá: los Creel, los De la Madrid, los Calderón.
El mismísimo Felipe Calderón ya habría regresado de su exilio madrileño, en tanto que Fox estaría de vuelta como súper asesor de la señora presidenta electa.
El primer anuncio de Xóchitl sería que el Poder Judicial no se toca.
(Tampoco el INE).
En sus recorridos de agradecimiento por el país, haría otros anuncios: que le practicaría una auditoría al presidente, que investigaría a Peña Nieto y que desmontaría la 4T.
¿Becas?
Sí, pero sin excesos.
¿Apoyos a los adultos mayores?
Sí, pero no como ahora.
Y algo más: utilizaría la reciente ley de la amnistía para que su hermana —en prisión desde hace doce años por pertenecer, presuntamente, a una banda de secuestradores— quedara libre.
¿Habría Mañaneras?
Sí, pero empezarían a las nueve de la mañana.
(No por mucho madrugar…).
El huipil sería convertido en prenda presidencial por excelencia, y el Ballet de Amalia Hernández abriría los desfiles a partir de su toma de posesión.
Suena a ficción, pero ésa sería la realidad mexicana.
El infierno del pedófilo. Jean Succar Kuri abusó de niñas —entre cinco y diez años— en el México de la impunidad.
Años después, un México distinto lo metió a prisión.
Su muerte fue atroz: sin fuerza en las piernas —casi paralítico—, hijo del cáncer de próstata —el gran padrote—, humillado por los internos y vuelto ya una piltrafa humana.
Sus víctimas juran que por fin descansarán.
El sueño de los justos oficiará sus noches.
Con Succar Kuri se va una estampa de ese país que fuimos.
Pobrecito poeta que era yo.
Olimpia y la justicia divina. Olimpia Coral Melo es un auténtico orgullo poblano.
En 2021, la revista Time la incluyó en su lista de Las Cien Personas más Influyentes del Mundo, junto con Bill Gates, Amanda Nguyen, Zendaya, Zelensky y otras estrellas emergentes.
Ahora, la revista Forbes la incluyó en la lista de las Cien Mujeres más Poderosas de México, al lado de políticas, empresarias y artistas.
En el caso de Time, Olimpia fue la única persona de origen mexicano que figuró en la gala de honor.
Todo un reconocimiento.
Olimpia nació en Huauchinango, Puebla, hace treintaicinco años, y tras sufrir violencia digital se reinventó y generó la célebre Ley Olimpia, que manda a los agresores a prisión.
Felicidades a quien tanto nos ha dado.
La puja por un escaño en el Senado. Si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación le quita la senaduría a Néstor Camarillo, Teodomiro Ortega, originario de Zacatlán, ocupará un escaño en la siguiente legislatura.
Y si el Tribunal tampoco reconoce a Teodomiro, la senaduría irá a parar a manos de Ana Teresa Aranda, quien no logró entrar vía la lista nacional del PAN.
Todo un caso para la araña.