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domingo, julio 6, 2025

Se acabó la luna de miel de Peña Nieto

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Asesorado por el sentido común, Enrique Peña Nieto vio venir —a través de encuestas bien articuladas y confidenciales— que el fenómeno López Obrador tocaba las puertas de Palacio Nacional.

Entonces articuló una estrategia que lo beneficiaria:

Puso como candidato del PRI al 2018 a un hombre brillante, pero sin la marca necesaria como para revertir las tendencias: José Antonio Meade.

(Un hombre bueno que es incapaz de romper una maceta).

Enfrentó al candidato del PAN, Ricardo Anaya, con toda la fuerza del Estado: echándole el ‘aparato’ encima, enviándole mensajes sicilianos, y usando a la Procuraduría como brazo armado.

Resultado:

Meade jamás creció y Anaya se achaparró.

El camino quedó despejado para Andrés Manuel López Obrador, quien fue a la campaña como a un día de campo.

Otra novedad:

Palacio Nacional no usó la maquinaria de lodo en su contra.

(Esa maquinaria estaba muy ocupada con el candidato del PAN).

AMLO entendió el guiño, y lo agradeció.

El 7 de marzo de 2018, por ejemplo, el candidato de Morena, en gira por Jalisco, agradeció las palabras del presidente en el sentido de que no metería las manos en la elección.

Pero hubo, además, un reducido número de intermediarios confiables —para ambos bandos— que se encargaron de llevar los mensajes, y traerlos de regreso.

El día de la elección, el presidente Peña envió a través de esos mismos emisarios los resultados de las encuestas de salida.

Y cuando la ventaja del candidato de Morena era contundente, hubo un nuevo mensaje: cálido, de celebración, muy personal.

Por la noche, en un acto realizado en el zócalo, López Obrador anunció que en los días siguientes se reuniría con el presidente para iniciar el proceso de transición, y envió un guiño de agradecimiento al “licenciado Peña Nieto” por no meter las manos.

Ese fue siempre el matiz respetuoso que tuvo con él a lo largo de su sexenio.

(Fue el único expresidente que gozó de las cortesías del presidente).

A Salinas de Gortari le decía así.

A Calderón, Calderón.

A Peña Nieto, el “licenciado” o el “presidente”.

Nada perturbaba el ambiente.

El sueño en Madrid (en el exclusivo Barrio de Salamanca) era plácido y sin sobresaltos.

El exilio fue una de las dos peticiones de AMLO a Peña.

La otra fue que mantuviera un bajo perfil para que el gallinero no se enrareciera.

Y así lo hizo durante seis años.

Ya en el gobierno de la presidenta Sheinbaum, el expresidente empezó a relajarse.

Y se dejó ver en un video en el que un mago hace un truco.

Se le veía delgado, contento, lleno de vida.

(Nada que ver con los expresidentes que todos los días eran tocados por la espada de Palacio).

Pero llegó el traspié.

Un documental del Centro de Estudios Espinosa Yglesias —que dirige el poblano Roberto Vélez Grajales— provocó que el acuerdo se rompiera.

(¿Acuerdo de qué? ¿De impunidad, de respeto?).

Y es que en el documental, sobre el fallido aeropuerto de Texcoco, salió diciendo que le había causado sorpresa la cancelación del proyecto y que jamás se evidenció corrupción alguna de su gobierno).

(En Twitter, hubo voces que dijeron: “Está bien ser marrano, pero no trompudo).

El gallinero se alborotó.

Voces ligadas a la 4T empezaron a hablar del sexenio más corrupto en la historia reciente del país.

Y en las últimas horas sobrevino la estocada:

“El expresidente Enrique Peña Nieto se habría beneficiado con 25 millones de dólares provenientes de dos empresarios de Israel que durante su Administración hicieron negocios en México, entre ellos la venta del equipo de espionaje Pegasus”, reveló en Israel el diario The Marker.

Un tuit del historiador Pedro Salmerón, uno de los duros de Morena, editorializó la trama en un tuit: “Ese Peña Nieto habría hecho bien quedándose calladito, como estaba. Jeje”.

También en Twitter, Peña rompió el silencio y se defendió: “Lamento encontrarme con notas que, sin el mínimo rigor periodístico, hacen afirmaciones a la ligera y dolosamente. Totalmente falsa la nota sobre supuestas aportaciones. Es una insinuación carente de sustento alguno. Queda la duda, en interés de quienes, se hace tal publicación”.

No puso la tilde en “quienes”, ni los signos de interrogación.

Y es que quiso decir: “¿en interés de quiénes se hace tal publicación?”.

La duda mata.

Pero ya hay ruido.

Demasiado ruido.

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