Conocí a Rodolfo Ruiz antes de las elecciones presidenciales de 1994.
Yo estaba por salir de SÍ-FM y del periódico Cambio.
Ya lo había leído en su columna Entrelíneas, publicada en la edición local de El Universal, misma que él dirigía.
Una vez que supo que saldría de Cambio, me invitó a incorporarme a un nuevo proyecto: El Universal Puebla.
No tuve dudas y acepté encantado.
Desde el primer día supe que estaba frente a un reportero de tiempo completo.
Todo le incumbía, todo le interesaba, todo le sorprendía.
Y siempre llevaba consigo una libretita en la que anotaba un dato, un nombre, una trama.
Los cuatro años que pasé en El Universal Puebla me marcaron brutalmente.
La redacción era de lujo, y estaba integrada por varios periodistas que siguen vigentes y en activo.
Rodolfo dirigía ese equipo con una pasión que mantiene hasta la fecha.
(Hay quienes, a lo largo del tiempo, pierden las ilusiones, las convicciones y las pasiones. Rodolfo, hay que decirlo, persevera, todos los días, en esos tres estadios).
Cada vez que llegaba a la redacción lo hacía agitado, en el mejor estilo de los buenos periodistas.
No era para menos: solía traer información trascendente para un reportaje o una columna de investigación.
Al entrar, y mientras abría la puerta de su privado, convocaba a dos o tres reporteros y al jefe de Información.
Al término de la junta, todos salían con los rostros iluminados, y contagiados de la pasión del director.
Un día que fui convocado por primera vez a esas reuniones, conocí el misterio y la gracia de este oficio de tinieblas.
Rodolfo y yo no terminamos bien cuando abandoné el edificio de la 7 poniente.
Incluso nos dejamos de hablar.
Han pasado casi 26 años desde entonces.
No lo he perdido de vista, y me confieso lector suyo en los distintos espacios que ha transitado.
Hace unas semanas, durante una conversación con el periodista Jorge Rodríguez en el programa de radio ‘Sencillamente hipócrita’, dije que me parecía admirable el trabajo de Rodolfo, quien reportea con disciplina sus columnas, aunque a veces, inevitablemente, cometa algún yerro o cierta imprecisión.
(¿Quién que es no se equivoca de repente?).
Hoy que E-Consulta, su portal, cumple 22 años de trabajo ininterrumpido, no puedo evitar este aire doblado de nostalgia y de reconocimiento pleno a quien tanto ha hecho por el buen periodismo en Puebla.
En estos tiempos mezquinos —temporada de zopilotes y de hienas—, siempre se impone reconocer el trabajo ajeno, sobre todo cuando la calidad y el talento vuelan por encima —como en este caso— del inefable invierno de nuestro descontento.