No veo otro gobernador que acompañe mejor al presidente López Obrador que Miguel Barbosa.
Cada quien, en su espacio, dinamita los palacios de los conservadores —y hasta los lechos— una y otra vez.
Apenas están tocando las fibras íntimas de éstos, cuando sobreviene una andanada contra ambos a través de Twitter.
Con sus mañaneras, sin duda, han cambiado la forma de gobernar.
AMLO lo supo muy bien cuando en sus tiempos de jefe de gobierno de la Ciudad de México inauguró esas ruedas de prensa tempraneras que ponían la agenda del día, robándole temas y reflectores a un presidente de triste memoria y figura: Vicente Fox.
Esa manera de poner temas en la mesa era inédita hasta antes del arribo a Casa Aguayo del gobernador Barbosa.
Hoy por hoy, la agenda pública se mueve ahí.
Y aunque sus ridículos enemigos buscan descalificarlo por todo, nuestro personaje termina por burlarse de ellos.
Algo le falta a nuestra minúscula clase política (incluidos los columnistas sin columnas que pululan en las redes): inteligencia para debatir.
Hasta quienes ostentan credenciales académicas, se ven lentos de reflejos.
Les falta también lo que el propio gobernador dijo del inicuo e inocuo Enrique Cárdenas: calle.
Les falta calle para enfrentar las embestidas verbales del huésped de Casa Aguayo.
En aras de convertir todo en políticamente correcto, los mentados no dan una.
Y se quedan rezagados en la discusión.
Sus escasos retuits lo evidencian.
Y quienes les ponen corazoncitos o RT’s son los mismos parias de siempre.
Entre ellos se curan los desfiguros del corazón.
Raymundo Riva Palacio habló en su columna de este jueves de un término —brinkmanship— que significa algo así como “política arriesgada”.
Vea el hipócrita lector:
“El brinkmanship surge de una entrevista en 1956 con el entonces secretario de Estado del gobierno de Dwight Eisenhower sobre la política exterior a propósito de la guerra en Corea, donde dijo: ‘Se tienen que tomar las oportunidades para lograr la paz, tanto como las que se tienen que tomar en una guerra. Algunos dicen que fuimos al borde de la guerra. Por supuesto que estábamos en ese punto. La capacidad de llegar a él sin entrar en una guerra es un arte necesario. Si no puede dominarlo, inevitablemente entrará en una guerra. Si se rehúye, si está temeroso de llegar a ese punto, está perdido’.”
El gobernador Barbosa se mueve en esos terrenos.
Es su naturaleza.
Ahí es donde mejor se mueve.
Y está preparado siempre para la paz y para la guerra.
Estira la liga por momentos, pero nunca la revienta.
Siempre deja una zona para los acuerdos.
Esa política arriesgada ya le ganó un lugar en el escenario político nacional.
Y sólo AMLO, además de él, lo practica cotidianamente.
Obvio es que sus enemigos políticos de Twitter no lo entienden.
Les falta calle, pero también lecturas.
Son simples y vulgares parias.