Hay gente pendeja.
Hay gente sinceramente pendeja.
Hay gente francamente pendeja.
En la película “Goodfellas”, de Martin Scorsese, Robert de Niro —en el papel del jefe mafioso Jimmy Conway— les recomienda a sus muchachos que una vez que se embolsen las ganancias de un golpe brutal sean lo más discretos posibles.
Eso significa una sola cosa: que no vayan corriendo a comprarse un Cadillac descapotable rosa.
¿Qué es lo que hace uno de los sicarios de Jimmy después del golpe?
Eso precisamente: se compra un Cadillac descapotable rosa que hace juego con su corbata Hermès rosa y el voluptuoso vestido rosa de su amante en turno.
Jimmy, es natural, lo humilla, le escupe el rostro, lo abofetea y lo obliga a regresar el auto, la corbata y el vestido de la chica.
El 15 de octubre próximo, cerca de 217 personas rendirán protesta como alcaldes del mismo número de municipios.
(Un señor conocido como “El moco”, en Chignahuapan, generó que las elecciones en ese lugar tengan que repetirse).
Algunos de los futuros funcionarios —nuevos militantes de Morena (antes eran del PRI o del PAN)— han empezado a comprarse Cadillacs descapotables rosas para que hagan juego con sus corbatas Hermès rosas.
(Las amantes aún no han sido reclutadas. Digamos que están en stand-by).
Esto no es nuevo.
Llevo décadas viendo esas escenas que inevitablemente me recuerdan a Jimmy Conway abofeteando a un pendejo que no ha entendido nada de la política y, menos aún, de la 4T.
Esos pendejos a los que se les queman las manos por gastarse el presupuesto no son unos pendejos cualquiera: son señores pendejos.
Recuerdo una escena de los años noventa.
A una cuadra de la avenida Juárez, casi enfrente del ya desaparecido restaurante “La Mansión”, había un comedero de espadas muy popular en esa época.
En una larga mesa de doce o catorce personas —varias de ellas con sombreros—, un señor panzón —al que todos llamaban “jefe”— le tocaba las piernas a una señorita vestida de minifalda roja mientras le daba un trago a su brandy con Coca Cola.
(La mesa era rica en botellas de las más diversas marcas: “Viejo Vergel”, “Don Pedro”, “Bacardí”).
Las risas estruendosas rubricaban la escena.
Un mesero me confió que el alegre grupo era encabezado por el presidente de Chichiquila, y que los otros comensales eran regidores y funcionarios de ese modesto municipio.
—¿Y quién es la chica de rojo? —pregunté.
—La señorita es la secretaria particular del alcalde.
Eran los tiempos de Bartlett.
Qué épocas, señores.
Toda esa gente que ya está pensando en comprarse sus Cadillacs descapotables rosas, después del 15 de octubre, se divide en tres:
Gente pendeja, gente sinceramente pendeja y gente francamente pendeja.
Cada una, tarde o temprano, se ubicará en el lugar que le corresponde.