Durante la pandemia, los enemigos del gobernador Barbosa cruzaron los dedos para que todo saliera mal.
Incluso proyectaron cifras delirantes.
Sus buenos resultados fueron puestos de ejemplo por la Federación.
La seguridad pública fue otro gran tema de ataque.
Inflaron cifras, crearon tramas mentirosas, se regodearon en una supuesta crisis.
En una visita a Puebla, el presidente López Obrador destacó los logros, y el secretario de la Defensa Nacional puso de ejemplo el abatimiento de los delitos más graves.
En la elección de junio de 2021, los enemigos del gobernador crearon un frente común para enfrentarlo.
Impusieron candidatos, manosearon la lista plurinominal de Morena al congreso local, recurrieron a la guerra sucia.
El resultado, al final, favoreció al gobernador.
Algunos de esos enemigos, profundamente derrotados, desaparecieron del mapa político del estado.
(Hoy buscan regresar desde las cloacas y las coladeras con la cola entre las patas).
Antes de la consulta popular de la revocación del mandato presidencial pronosticaron que en Puebla sería un fracaso.
Descalificaron de antemano la operación política, y proyectaron —por enésima vez— una derrota.
¿Qué decir de esto?
Se volvieron a equivocar.
Los números los apabullaron.
Metidos en su derrota, hoy buscan adjudicarse la operación electoral.
Qué tamaño de ridiculez y de decoro.
El gobernador hizo precisiones brutales la mañana de este lunes que evidenciaron a los parias:
“Este resultado favorable no se le puede atribuir a Morena. Es a la sociedad, es al pueblo. Si algún dirigente partidario local o nacional quisiera atribuírselo, se equivoca”.
Todos conocemos el papelazo que han hecho las dirigencias nacional y local en Puebla.
Han servido para nada.
Mario Delgado, por ejemplo, jugó mal la elección de 2021 al aliarse a los enemigos del gobernador.
Tras su fracaso, optó por no regresar a Puebla.
Hizo bien: es tan gris que nadie lo hubiese reconocido.
La dirigencia local es tan anodina que nadie conoce sus nombres.
Por eso es tan conveniente la declaración del gobernador.
Morena está muy por debajo del presidente López Obrador en el país.
En Puebla, ocurre lo mismo entre el gobernador y los parias que despachan en unas oficinas francamente abandonadas.
Juan Rulfo escribió un cuento conmovedor en su primer libro: El llano en llamas.
En dicho cuento, un padre lleva cargando a un hijo herido en busca de ayuda médica en el pueblo vecino.
Al final, surge una pregunta agónica: “¿No oyes ladrar los perros?”.
Esa pregunta se impone ante la impotencia y el delirio de los enemigos del gobernador.
¿No oyes ladrar los perros?
Yo sí los oigo.
Y desde muy temprano.
¿Qué ladran?
Cosas inverosímiles y hasta patéticas.
Ladran, sí.
Y aúllan.
Cuánta temeridad ante el ridículo.
