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martes, diciembre 3, 2024

Moreno Valle y el ministro de la toga larga

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El polémico ministro Alberto Pérez Dayán —tan odiado, tan amado— recibió en voz del senador Noroña el beso de Judas cuando éste inició su perorata del miércoles 6 de noviembre con un grito doblado de consigna:

“¡Larga vida a Alberto Pérez Dayán!”.

(Quienes antes lo veían como irracional hoy lo ven como un héroe patrio a la altura del “Pípila”).

Pérez Dayán, cómo olvidarlo, inició el sexenio del presidente López Obrador como uno de los personajes más detestados en Palacio Nacional debido a una acción que tuvo como principal promovente al entonces senador Rafael Moreno Valle.

El comunicado oficial de la Corte de diciembre de 2018 decía así:

“La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) ordenó la suspensión de los efectos de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos –que disminuye los salarios de los altos funcionarios y fija en 108 mil pesos la percepción mensual del Presidente de la República–, al aceptar a trámite la acción de inconstitucionalidad presentada por senadores de la República”.

La suspensión concedida por el ministro Pérez Dayán —que después fue sentencia— tuvo vigencia plena hasta hace unas semanas, pero todo el sexenio de AMLO fue una piedra en su zapato.

Cómo olvidar que el 14 de diciembre de 2018, cuando Martha Érika Alonso dio su primer discurso como gobernadora de Puebla en el Auditorio de la Reforma, Moreno Valle celebraba dos triunfos: el de su esposa y el suyo propio, relacionado con la suspensión otorgada por el muy amado (odiado) ministro Pérez Dayán.

En la zona VIP del auditorio, el senador Moreno Valle nos dijo —a un grupo formado por Manuel Velasco, Cabalán Macari y quien esto escribe— que ya le había ganado dos controversias constitucionales al presidente López Obrador y que iba por la tercera.

Estaba eufórico, abrazador —sobre todo con su “hermanito” Manuel Velasco—, cuajado en el desplante —el exgobernador Gali fue víctima de su desdén brutal— y muy platicador.

Diez días después, quién lo dijera, todos sus sueños —todas sus estrategias, todas sus controversias— se estrellaron junto con él al caer su Agusta blanco en las inmediaciones del Cerro de la Chimenea del Chacuaco, en Coronango, Puebla, exactamente en las tierras de siembra de don Raymundo Coyotécatl, conocido como “Llanta baja”.

Pérez Dayán, el ministro más incómodo durante seis años, es hoy el más amado por sus detractores.

Y sólo le bastó un voto —uno solo— para salir del infierno y pasar —en hombros de Noroña— al mismísimo cielo de la mismísima Cuarta Transformación.

¡Vade retro, Satán!

 

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