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domingo, noviembre 24, 2024

Los testamentos políticos (de Manuel Bartlett a Miguel Barbosa)

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Manuel Bartlett Díaz estaba pleno.

Era dueño de una salud que había crecido gracias a una dieta rigurosa en la que sobresalía el pescado en sus diversas variedades.

Sólo un vicio tenía en sus tiempos de gobernador de Puebla: los habanos.

(Hoy sólo los ve de lejos con una nostalgia inevitable).

Pese a su buen estado, Bartlett redactó su testamento político en caso de que falleciera.

(Vieja costumbre europea).

Y un solo nombre puso con una Montblanc (edición especial): Miguel Quirós Pérez.

Metió la hoja en un sobre, cerró éste, y pidió que acudiera a Palacio de Gobierno —en la histórica avenida de la Reforma— el diputado local Ignacio Mier Velazco.

Palabras más, palabras menos, el gobernador le dijo que en el interior del sobre estaba el nombre de quien debía sucederlo en caso de que algún día llegara a faltar.

Mier Velazco entendió el guiño —convertido en gesto de confianza absoluta—, metió el sobre en una bolsa del saco y salió caminando sobre Reforma.

Don Miguel Quirós, el elegido, era entonces el presidente del PRI estatal después de haber sido un gran líder del Congreso en el primero trienio de don Manuel.

No eran amigos.

Faltaba más.

Pero el gran talento del presidente del PRI —combinado con un brutal conocimiento del Derecho Constitucional— era suficiente para que el gobernador designara en vida a su eventual sucesor.

La buena salud de Bartlett Díaz hizo que éste terminara su gobierno sin sobresaltos, pese a que en una gira por Tlaola, en la sierra norte, su helicóptero —sin él en su interior— cayó de repente, en picada, luego de haber ido a cargar combustible a Poza Rica.

(Puebla, circa 1998).

Un siniestro anterior, ocurrido en Izúcar de Matamoros, en 1993, quizás lo llevó a designar, en secreto, a un eventual sucesor.

Tiempo después, ya con don Manuel moviéndose en otros ámbitos, Ignacio Mier sacó el sobre del escritorio en el que lo había guardado, lo abrió con gran curiosidad y leyó el nombre de Miguel Quirós.

Ignoro si alguna vez la noticia trascendió entre los personajes involucrados.

No sé si don Miguel llegó a saber que el gobernador Bartlett lo había elegido ante cualquier eventualidad.

Muchos ignoramos si Bartlett y Mier conversaron algún día sobre ese tema, y si el segundo le preguntó al primero por los motivos de su decisión.

Dejar un sucesor no es tarea sencilla, menos aún para los hombres de poder.

¿Qué factores ponen en la mesa antes de tomar la decisión?

Ufff.

Muchísimos.

Sobre todo: la lealtad.

Y más: el talento, la capacidad de mando, los conocimientos de la cosa pública.

Salta en la trama el grado de confianza que Bartlett le tenía a Mier.

No cualquiera es el emisario en una empresa como ésta.

Cuentan los que saben que el gobernador Melquiades Morales Flores —muy en el estilo de don Adolfo Ruiz Cortines— hizo lo propio.

No creo, en cambio, que Mario Marín Torres y Rafael Moreno Valle hayan hecho lo mismo.

(Y es que se sentían inmortales).

La duda mata:

¿El gobernador Miguel Barbosa Huerta recurrió a ese ritual europeo?

Seguramente sí.

Y seguramente también escribió el nombre de su eventual sucesor en una hoja blanca dando algunos argumentos.

¿Quién habrá sido su confidente?

Doña Rosario Orozco, su esposa.

Ellos dos sabían qué botones apretar en caso de una desgracia.

Todo quedó claro en los primeros minutos del 15 de diciembre pasado, cuando, con un solo voto en contra, Sergio Salomón Céspedes Peregrina fue designado gobernador sustituto por una rotunda mayoría que incluyó a diputados de todos los partidos.

(Daniela Mier, hija del hoy presidente de la Jucopo en San Lázaro, también votó a favor).

¿Qué señales le envió el gobernador Barbosa al hoy gobernador Sergio Salomón en su momento?

Ése será el tema de una columna posterior.

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