Pronto ingresará una iniciativa en el Congreso de los diputados para acabar de una vez por todas con la maldita reelección.
Y aunque su vigencia iniciará hasta 2030, es claro que a la presidenta Claudia Sheinbaum no le gusta el hecho de que los diputados o senadores anden colgados de las lianas de una curul a otra.
Eso, en términos coloquiales, se conoce como estar enverijado.
Uno de los graves errores —de los muchos— que se cometieron en el caso de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) fue la reelección de Rosario Piedra Ibarra.
Está de más decir que la hija de doña Rosario ignora hasta los puntos más elementales de un tema que tendría que habitar en su cabeza.
Sobra decir, también, que quedó en el último lugar de los quince comparecientes que llegaron a la final.
Todo esto es grave, sí, pero en el tema que nos ocupa su reelección seguramente no fue bien vista por la presidenta Claudia Sheinbaum.
Y no lo digo por el hecho de que ella prefería a quien quedó en el primer lugar de la evaluación: Nashieli Ramírez, una auténtica experta que ya estuvo al frente de la comisión en la Ciudad de México.
Lo digo por el significado obeso de la reelección.
A la presidenta no le gusta, como decía líneas atrás, que los tarzanes tan adictos a reelegirse anden de escaño en escaño con sus chitas al lado.
No le gusta la reelección.
Y tiene razón.
Y no hace falta esperar al 2030 para que se caiga ese palo encebado de la política mexicana, tan ajeno y distante a la “no reelección” impulsada por Francisco I. Madero.
El guiño fue lanzado, pero los que no entienden que no entienden jamás comprenderán el sentido fino del mencionado guiño.
Por cierto: aunque la mayoría calificada de Morena votó por Rosario Piedra, el desaire hacia ella tras la votación fue especialmente poderoso.
Vea el hipócrita lector:
Dos o tres senadoras la saludaron a su paso hacia la toma de protesta.
El resto de los morenistas hizo un discreto mutis.
Es claro que una buena parte de los senadores se había decantado por la candidata de Claudia Sheinbaum, pero la línea dictada por quien este 13 de noviembre cumplió 71 años fue fulminante e irrebatible.
Otro dato de la desesperanza tuvo que ver con el modesto aplauso que la bancada mayoritaria le otorgó a la hija de doña Rosario.
Y ahí están los videos que demuestran lo anterior.
En esos videos sobresalen —eso sí— las improvisadas Mañanitas entonadas —en el primer minuto del miércoles 13— por quienes parecían ser parte del añejo Coro de los Hermanos Zavala y el grito uniforme de “es un honor estar con Obrador”.
La metáfora, otra vez, lo dice todo.
Ya es costumbre.