Si los ministros de la Corte hubiesen aceptado la idea del presidente López Obrador de generar una reforma al Poder Judicial a través del ministro Zaldívar, otro gallo estaría cantando en el corral.
Zaldívar aceptó de entrada la reelección propuesta desde Palacio Nacional, pero sus pares no estuvieron de acuerdo y echaron al corral de los gallos muertos la iniciativa aprobada en el congreso de los diputados.
Si la ministra Norma Piña se hubiese puesto de pie, como establece el protocolo, aquel 5 de febrero de 2023 —cuando arribó al presidium el presidente López Obrador—, no habría tantos gallos despescuezados en el multicitado corral.
Si la Corte no hubiera invalidado en abril de 2023 la reforma del Congreso que transfería al Ejército el control operativo y administrativo de la Guardia Nacional, los gallos despecuezados tendrían cogote, cuajo y futuro.
Más allá de los “hubiera”, la crisis constitucional que estamos viviendo sería un mar de calma chicha, muy lejos de los huracanes, el tiburón blanco, el pez piedra, el pulpo de anillos azules y la serpiente y la avispa de mar, muy parecidos estos últimos a algunos ministros, ministras y ministres.
Por cierto: El pez piedra y el pulpo de anillos azules quieren ser ministros de la Corte.
A esta lista se suman los licenciados Manubrio, Fojaco, Pipitilla y Menchaca, así como el bachiller Malagón.
La Chuza Cifuentes acaricia la idea de ser magistrado, en tanto que los Cerdos Gutiérrez aspiran a ser jueces.
Todos ya se inscribieron con el amigo de un primo del senador Noroña.
La “Tormenta Perfecta”, el coctel de moda en la cantina nacional. Los que saben, dicen que el resultado de las deliberaciones de los ministros de la Corte —que iniciaron este martes— y la negativa anunciada del gobierno federal —en el sentido de no acatar la resolución— crearán la tormenta perfecta.
Ese coctel ya nos lo hemos bebido en otros momentos de la cantina nacional.
Los ejemplos sobran.
Me encantan los títulos con aura de tragedia.
La “Tormenta Perfecta” es uno de ésos, aunque en el contexto del paso de los huracanes Otis y John, en Acapulco, parece ser políticamente incorrecto.
Cuando la reforma al Poder Judicial se votó, en septiembre pasado, la tormenta perfecta combinaba la ausencia de un voto para que Morena y sus aliados alcanzara la mayoría calificada con una embestida en contra del peso mexicano.
Un Yunes —dos, en realidad— resolvió el conflicto.
Y la tormenta bajó su nivel de cinco a cero.
En la discusión de la Corte, hasta el cierre de esta columna, el ministro Alberto Pérez Dayán se ha apartado del proyecto de la Corte que matiza la reforma judicial, lo que algunos ven como una señal de que votará en contra de la mayoría.
Es decir: de confirmarse el sentido de su voto, Pérez Dayán sería el Yunes que apagará esta nueva tormenta perfecta.
¿En qué cantina llorarán sus penas los apostadores sin cuajo y sin cogote?