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jueves, noviembre 21, 2024

Los candidatos del hastío, la mediocridad y la pereza (Retrato hablado)

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En aras de no invisibilizar a las mujeres, un diputado del PAN que busca la reelección —Humberto Aguilar Coronado— colocó como suplente de su candidatura a su propia hija.

Más allá de los méritos académicos que tenga ella, la actitud del panista es de un cinismo atroz.

Justifica con una ley que está de moda una acción criticada de López Portillo para acá.

El nepotismo es un cáncer de la política mexicana.

Y sus principales críticos fueron durante muchos años los panistas.

Y es un panista precisamente el que hoy hace del orgullo de su nepotismo su suplente en una candidatura.

Y se justifica aún más diciendo que nadie le pidió esa posición y que por eso se la dio a su hija.

Pobre política mexicana con esos políticos chicharroneros.

José Juan Espinosa, ahora priísta, es otro personaje singular.

Como cercano a Morena, atacó todos los días de su adicción partidista a priistas y panistas.

Ahora, ya cobijado por el PRIAN, crítica con los mismos argumentos a los morenistas.

Mayor contradicción no puede haber.

¿Alguien le creerá a quien se ostenta como perseguido político del gobernador Miguel Barbosa?

No lo creo.

Esa bandera de ‘perseguido político’ es tan falsa como aquella otra con la que tantos lucran: la de ‘preso político’.

Ni son Mandela ni son José Revueltas.

Nadie los persigue por sus ideas porque, para empezar, carecen de las mismas.

Tienen ocurrencias, que no es lo mismo.

Estos dos ejemplos banalizan la actividad política.

Y, salvo casos excepcionales, una buena parte de los candidatos de todos los partidos tiene un índice de inteligencia (IQ) digno de medirse con la Escala Wechsler, utilizada en niveles de preescolar y primaria.

Su mediocridad es absoluta.

Y todavía se burlan de otros como ellos.

El consuelo de los mediocres es que siempre hay otros más mediocres que ellos.

Todavía faltan poco más de setenta días para las elecciones y muchos de los candidatos ya provocan hastío y pereza.

Son los mismos de siempre con idéntico discurso ramplón.

Los hemos padecido durante años.

Y los nuevos son peores que los ya conocidos.

Hacen lo mismo que antes criticaron: se toman fotografías con bebés y con señoras de la tercera edad, prometen lo indecible —cosa que entra en el ámbito de la pornografía—, meditan en grupo y dan cursos sobre ‘salud mental’.

Les tengo noticias: sus campañas atentan con esto último.

Y más: desquician.

Cada tres años termino convencido de que la política mexicana —salvo brillantes excepciones— da pena ajena.

Es la cueva de Alí Babá y sus cuarenta ladrones, sí, pero también es el jardín donde el hastío es pavorreal que se aburre de luz en la tarde.

Por eso, ante tan deplorable situación, yo mejor tomaré desde ya mi vacación de Semana Santa.

¿Qué haré en mis días de descanso?

Iré al zoológico a observar al mono Capuchino (Cepus apella): un pequeño simio de unos cuarenta centímetros de altura que goza de dos buenas famas: es el primate más listo del mundo y tiene una inteligencia superior a la de muchos candidatos.

Apelo a la infinita comprensión de mis hipócritas lectores.

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