La pesadilla de Carlos Loret empezó la noche del 2 de junio, cuando él y Brozo se abrazaron y admitieron, con los rostros desencajados, que Claudia Sheinbaum y Morena habían arrollado a la oposición por un margen tan amplio que se quedarían con más de las dos terceras partes del Congreso federal, porcentaje suficiente como para hacer todas las reformas constitucionales posibles.
Los ojos de Loret estaban húmedos.
No se necesitaba ser psicólogo para saber que venía del infierno.
Durante meses, una vez que arrancó el noticiero de Latinus, exhibió todo aquello que podía manchar a la 4T.
Su apuesta fue audaz.
Raymundo Riva Palacio lo dice bien: “Si a la oposición le pasaron una división Panzer por encima el 2 de junio, fue por sus propios errores. Si no supieron utilizar lo que revelaron los medios durante el sexenio y, sobre todo, lo que aportó Latinus, es problema de ellos”.
Loret y Brozo estaban abrazando la incertidumbre al abrazarse.
Se jugaron todo.
Perdieron todo.
Los periodistas no ganan elecciones, pero sí las pierden.
En la mesa de póker apostaron todas sus fichas.
La imagen que mostraron esa noche fue la de dos jugadores aplastados por el casino.
Dos jugadores titubeantes, ebrios, sin un clavo en los bolsillos.
Una imagen similar vimos en Atypical TV, el espacio de Carlos Alazraki.
Esa noche inició para ellos con un aire de triunfo generado por la tramposa Massive Caller.
Al creerse los números que le daban ventaja a Xóchitl Gálvez, se aferraron a un triunfo inexistente.
El engaño es malo, pero el autoengaño es peor.
(He visto las mejores mentes de mi generación ser víctima de sus mentiras).
La cruda fue brutal.
Como borrachos de cantina, Alazraki, Ferriz de Con, Laura Zapata y Guadalupe Loaeza vociferaron al enterarse de la realidad.
Hoy lo siguen haciendo con toda clase de vulgaridades.
Loret, dice Riva Palacio, ha tomado las vacaciones más largas que periodista alguno haya tomado jamás.
(En su caso, 45 días seguidos).
La noche del 2 de junio, en otros espacios, apareció también un conocido ritual —añejo y perfumado—: el de los arrepentidos.
El contraste fue elocuente.
Eso también tiene que ver con la naturaleza del poder.
El Gabinetazo. Durante años, como reportero, adelanté con mucha fortuna toda clase de gabinetes.
Recuerdo, incluso, que una vez, al aire, me entrevistó don Enrique Montero Ponce en el Centro de Convenciones para que hiciera ese ejercicio.
Con el tiempo entendí que eso de adelantarlos es como jugar blackjack.
La última vez que lo hice fue en la antesala del gobierno de don Miguel Barbosa, en 2019.
Juré no hacerlo más.
Hoy no espere el hipócrita lector adelanto alguno en esta columna que ya quiere vacaciones.
No como las de Loret, por cierto.