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viernes, mayo 3, 2024

La trama de los Tony Gali en la Puebla electoral

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José Antonio Gali Fayad se fue a vivir a The Woodlands una vez que el entonces gobernador Miguel Barbosa Huerta volteó los cañones de Navarone hacía él.

Muerto ya su principal promotor, Rafael Moreno Valle; muerta de antemano la amistad que un día tuvieron, Gali Fayad buscó el exilio como quien busca un Alka-Seltzer al día siguiente de la juerga.

Su ausencia ha durado más de lo que dura el Bolero de Ravel.

Tras la muerte de don Miguel, Gali encontró un respiro.

(Similar al Alka-Seltzer del día después).

A través de amigos leales, buscó un salvoconducto que le permitiera regresar esporádicamente a Puebla y, en particular, a su residencia de La Vista.

Y así ocurrió.

Tony Gali seguirá viviendo en The Woodlands, y desde su hermosa casa en el bosque texano observará el proceso interno de Morena y la elección de 2024.

No será un actor.

(No está en el guión de la trama).

Será un espectador a distancia.

Sólo eso.

Quien sí estará en la boleta —por algún distrito local o federal— será otro José Antonio Gali: su hijo.

Y por la alianza Morena-PT-Verde.

(Es decir: como cuota del partido de Jorge Emilio González).

Tony hijo, también llamado Junior, no tuvo en la nuca los cañones de Navarone.

Tampoco fue imputado en ninguna carpeta de investigación.

Si su nombre sonó fue por su homónimo.

En consecuencia, no está imposibilitado para contender.

(Si vivió en Houston una temporada fue por un tema de solidaridad filial).

Un Gali verá correr a otro Gali en la aventura electoral.

Y lo verá desde The Woodlands: un paraíso —aburrido— como todos los paraísos.

(Ya sabemos que la fiesta y la adrenalina son dos cócteles frapeados que se sirven en el infierno).

Por cierto:

Una de las últimas veces que se encontraron Tony Gali padre y Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas, fue al final del primer discurso como gobernadora de Martha Ericka Alonso en el Auditorio de la Reforma.

Velasco llegó del brazo del jubiloso senador Rafael Moreno Valle.

Ambos, sí, metidos en una constante carcajada.

Así estuvieron en primera fila observando el ritual de la nueva gobernadora.

Así se retiraron a la salita VIP en la que se sirvió champagne.

Y en ese clímax, en algún momento, Tony Gali buscó sus miradas desde su lugar en la segunda fila.

Y vaya que las encontró.

La de Moreno Valle fue una mirada fría, burlona, retadora.

(Mirada sin saludo. Mirada de tajo).

La de Manuel Velasco fue un guiño perdido en el marasmo.

(Como un Alka-Seltzer en la cruda del alma).

La fiesta siguió su curso en otro lado.

El exgobernador Gali se fue en tanto a su camioneta acompañado de alguien que también dejó de ser su amigo.

Un frío siberiano lo empezaba a cubrir.

 

 

¿Quién es Michael Corleone? Hace poco me acusaron de ser Michael Corleone (@corleonemike699), el tuitero que escribe una columna llamada “Nada personal”.

Me sorprendió el señalamiento.

Lo curioso es que han sido varias personas las que me señalan.

Debo admitirlo: me he vuelto lector consuetudinario de la columna de Corleone, quien, más allá de las filias y fobias, ha venido a refrescar la manera de escribir columnas en la Puebla levítica.

Su estilo es culterano.

(El autor es sin duda un hombre que lee).

Y si a eso le añadimos una buena dosis de análisis cobijada en la ironía, el resultado es fulminante.

No coincido en algunos pasajes de su columna —en particular los que le dedica a don Miguel Barbosa—, pero me sorprende la carga literaria cruzada con el periodismo.

Hoy por hoy, me he puesto a investigar quién es este personaje.

(Ando cruzando cables por todos lados para saber su origen).

Por lo pronto, sólo me queda decir una frase nacida en la época de oro del renacentismo chiapaneco:

“Todos somos Michael Corleone”.

(Mientras no se demuestre lo contrario).

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