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lunes, junio 30, 2025

La danza de los pillos inmobiliarios

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Entre tantas plagas recientes, hay una que ha hecho perder a la gente tres cosas: el sueño, la tranquilidad y su dinero.

Es una plaga de delincuentes de cuello blanco, quienes se pasean con la desfachatez que da la impunidad.

Se hacen llamar ‘corredores inmobiliarios’, y ofrecen, sin pudor alguno, terrenos, casas, haciendas y ranchos a incautos que sueñan con una porción de paraíso.

Lo que entregan, en cambio, es un boleto directo al infierno.

Entre esta fauna de timadores destaca un nombre que resuena en los corrillos poblanos como campana rota: Gregorio Bozikián Castañeda.

Este ‘pillo de siete suelas’ —como dirían los clásicos de la novela negra— es conocido por un historial brutal de fechorías, y ha convertido el fraude en un mecanismo recurrente.

Decenas de denuncias circulan en el sentido de que Bozikián vende propiedades que no le pertenecen ni le han sido confiadas.

Hay que decirlo: no es un aprendiz en el sofisticado arte de engañar al prójimo.

Vea el hipócrita lector: en el pasado reciente, estuvo tres años en la cárcel por cobrar un cheque falso.

Y, por si su currículo no fuera suficientemente pintoresco, también incursionó en la producción de alcohol clandestino.

Es decir: adulterado.

Las autoridades, juran, ya tienen su nombre en el escritorio judicial.

Es cosa de ver si lo atrapan, o si, como él presume, se escabullirá como anguila en escabeche.

Pero Bozikián no baila solo en este carnaval de engaños.

Otra estrella de la estafa inmobiliaria es Francisco Castillo Higuera, quien encabeza una supuesta inmobiliaria denominada Miramar S.A. de C.V.

Este personaje de la picaresca, según las víctimas, también tiene los pasos contados por la justicia, aunque, como suele pasar, sigue danzando al son de su propia impunidad.

Las víctimas, hartas de promesas vacías en el pasado, claman por una audiencia con la fiscal Idamis Pastor Betancourt para desenmascarar a estos pillos y a sus cómplices, que no son pocos.

El modus operandi de estos estafadores es tan burdo como efectivo.

Se coluden con notarios corruptos para fabricar poderes apócrifos que les permiten vender terrenos, casas o haciendas.

Luego, se acercan a empresarios o compradores minoristas, quienes, ante lo atractivo de la oferta (un enganche ‘considerable’ y cómodas mensualidades) acceden a realizar un pago inicial cuantioso.

Sin embargo, cuando los vendedores reciben el enganche, desaparecen del escenario sin dar oportunidad a los compradores de reclamar lo que por derecho es suyo.

Grábese bien los apellidos: Bozikián Castañeda y Castillo Higuera.

Tic tac, tic tac, tic tac…

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