25.6 C
Puebla
jueves, marzo 6, 2025

Hombres y mujeres de antes (en vísperas del Día Internacional de la Mujer)

Más leídas

Cuando los señores llegaban a una fiesta con sus esposas, en los años setenta, sucedían muchas cosas:

Se sentaban, fumaban cigarrillos Raleigh con filtro, pedían una botella de Don Pedro o Viejo Vergel, se preparaban algo que sabía a medicina contra la tiricia, bebían, agarraban “tono” y salían a bailar algo de Pablo Beltrán Ruiz o de Pérez Prado.

Los primeros sesenta minutos eran previsibles:

Los señores hablaban del Guadalajara y el América, criticaban a Ángel Fernández por exagerado, confesaban que El Cordobés (un torero español que triunfó en México) les caía en el hígado, y terminaban por ignorar a sus esposas.

Ellas, en tanto, se refugiaban hablando de las muchachas de servicio y generalizaban al decir que todas eran unas fodongas, buenas para nada. Así se pasaban la primera hora: hablando pestes de quienes en realidad mantenían las casas limpias y agradables.

La segunda hora transcurría con los señores sacando a bailar a sus señoras, pero viendo las caderas de la mujer del prójimo.

El prójimo, por lo general, no sabía lo que tenía en casa. Y si lo sabía, no lo apreciaba mucho.

La tercera hora sorprendía a los señores con la segunda o tercera botella de Viejo Vergel o Don Pedro, o Presidente.

¿A cuántas generaciones de mexicanos les habrán dañado el hígado los señores Domecq?

Francamente dudo que el famoso Pedro Domecq alguna vez haya tomado una copa de su horrible brandy.

Era bueno para limpiar monedas antiguas, pero no para beberlo.

Con las corbatas desanudadas, los sacos en la silla, las esposas de mal humor y con el crepé caído, y la mujer del prójimo en su jugo, transcurría la cuarta hora de la fiesta.

Doña Lilia, para entonces, ya le decía a su marido:

—¡Ya no tomes, Beto! ¡Ya vámonos, por favor!

—¡Ya vas a empezar con tu cantaleta! ¡Siempre me estás limitando! ¡No sé por qué me casé contigo! —respondía éste con un lenguaje francamente deteriorado.

Y así terminaba la fiesta.

Vómitos por aquí, colillas por allá, botellas en el piso, y la mujer del prójimo despampanante, bailando, para entonces, con el hijo de un amigo de su esposo.

—¡Qué grande estás ya, Ricky! Debes tener muchas novias. A ver cuándo pasas a visitarnos a la casa —decía ella con aire de promesa y con sus pechos en las solapas del traje Milano del muchacho.

El prójimo, mientras tanto, le confesaba al papá de Ricky que tenía un romance con su secretaria, llamada Irene: una mujer despampanante que tenía tres años de haberse divorciado.

—¡Es un avión, carnalito! Y no sabes lo que hace en la cama. Eso sí: ¡la tengo bien atendida!

Al final de la fiesta, con los meseros medio limpiando el desastre, los señores se llevaban a sus señoras entre elocuentes zigzagueos y palabras ininteligibles.

De reojo, con una envidia sobria y lúbrica, veían a la mujer del prójimo demasiado cerca de Ricky y con los pies desnudos encima de los mocasines adolescentes.

Al día siguiente, varias sufridas señoras de servicio tenían que limpiar los vómitos y la porqueriza de tan agradables señores y señoras.

*

Las señoras de los sesenta y setenta no son como las de hoy.

La señora Carmelina, la del departamento 7, engañaba a su esposo muy temprano: a eso de las ocho de la mañana.

Justo cuando llevaba a su hija Fabiola al colegio.

Éste era su modus operandi: entraba muy mona, saludaba muy mona, le daba un pellizco a Fabiola (que iba con el pelo tieso de tanto limón y jitomate) al tiempo de decirle “¡enderézate!”, saludaba (muy mona) al maestro Froilán y entraban, por separado, a un cuartito donde se guardaban las jergas y el Ajax.

Ahí, en menos de dos minutos, ella practicaba las siguientes actividades:felación, gimnasia rítmica, danza prehispánica y venida exprés.

El profesor se subía el cierre, se arreglaba el copete bronco y se salía del cuartito murmurando “eres tremenda”.

Ella, en cambio, alcanzaba a decirle: “qué buenas chambas haces”.

Ya en su casa, la señora Carmelina preparaba la comida para Pepe, su esposo, quien había hecho actividades similares a las de su esposa, pero con Juana, la del 5: una hermosa hembra de metro y medio de estatura.

Con tacones, Juana se veía imponente, tanto que Tino, el del 9, no resistía llevársela a la azotea, donde le decía: “¡Mira esa luz de allá arriba a la derecha de la luna! ¡Es Kriptón! ¡El planeta de Supermán!”.

Mientras le decía esto, Tino le metía mano a Juana con alevosía y ventaja.

La señora Carmelina tenía una amiga: la señora Eduviges Reina, mamá de Lupita —la del 1—, quien tenía fotos de Pedro Infante por todo su departamento.

Juraba que éste había sido su novio y que la había embarazado enPatzcuáro, donde comieron pescado blanco y bebieron tepache.

Ahora tenía un romance con un cartero mucho menor que ella.

Todo el día se escuchaba “Amorcito corazón” en la casa de la señora Eduviges Reina.

Otra señora que engañaba a su marido era doña Silvia, la del 23.

Andaba con un carnicero del Mercado de Jamaica —don File—, quien se la llevaba a un motelito de la calzada de Tlalpan —“Motel Maga”— a darle rienda suelta a sus placeres.

Doña Silvia estaba casada con don Beto —un chofer del ADO—, que a su vez se acostaba de vez en cuando con Rosita, la del 20, quien usaba unas faldas ajustadas que tenía loco a todo el edificio de sur 81, número 427, colonia Lorenzo Boturini.

Rosita era soltera a sus 28 años, lo que en esos tiempos significaba que era una “quedada”, cosa que celebraban los esposos de las señoras, pues está demostrado científicamente que las “quedadas” son muy ardientes y todo el día están pensando en los genitales de los señores.

Cuando nos mudamos a la calle Torno, en la colonia Sevilla, descubrí a otras señoras casadas con técnicas bastante sofisticadas.

Estaba, por ejemplo, la señora Evelyn, cuyo esposo —Peter Sandoval— era piloto de Eastern Air Lines, lo que le permitía a ella acostarse con Pepe Fierro, veinte años menor.

La señora Evelyn era guapa, distinguida y muy ardiente — en palabras de Pepe Fierro.

Hoy que escribo estas líneas me viene a la mente que todos —ellas y ellos— están muertos.

Notas relacionadas

Últimas noticias

spot_img
PHP Code Snippets Powered By : XYZScripts.com