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jueves, mayo 22, 2025

Historias del Rey Chiquito

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Gerardo Fernández Noroña lo logró: convirtió el Senado de la República en un circo.

Jamás en la historia de la Cámara Alta se habían montado espectáculos tan bochornosos como el que vimos hace unos días: un ciudadano, pidiéndole perdón al presidente de la Comisión Permanente (y de la Mesa Directiva) teniendo como testigos de honor a dos enviados de la Fiscalía General de la República.

¿Qué fue ese teatro armado?

La exhibición obscena de un músculo temporal para humillar a quien se atrevió a increparlo en público.

En otras palabras: el ciudadano que increpó vivió en carne propia una venganza judicial.

Tenía dos sopas: o se sometía a Noroña o se iba a la cárcel.

Pero la impunidad del presidente de la Mesa Directiva tiene un límite con nombre de mujer: Lily Téllez, la pésima periodista convertida hoy en senadora.

Gritona como es, en cada sesión exhibe y saca de quicio a quien ha venido convirtiendo en circo al Senado.

Es una pena, pero no deja de tener justicia poética.

Cada vez que Lily Téllez pasa a la tribuna, Noroña sale por piernas.

Ese espectáculo es cotidiano.

Qué pena por los verdaderos senadores.

El más reciente acto de poder —en el mejor estilo del Rey Chiquito, de Trino— tuvo que ver con el senador panista Federico Doring.

Para demostrarle que él es la escopeta y que Doring es el pato, Noroña ordenó que le apagaran el micrófono de la tribuna.

Estos desplantes son cotidianos.

El Senado de la República se ha convertido en una carpa.

Lo malo para nuestro personaje es que su locura concluirá el último día de agosto, cuando se acabe su periodo al frente de la Mesa Directiva.

Pasará, entonces, a convertirse en un senador más: uno del montón.

Y volverá a los graznidos —en el mejor estilo de los patos—, y exigirá su derecho al pataleo.

Regresará, pues, a ser Noroña: el que tiene delirios de grandeza, o de tirano.

 

 

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