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viernes, noviembre 22, 2024

Frente al caos y el ridículo, la noche en que sopló el viento

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Uno de los aspectos más relevantes —aunque menos comentados— de la llegada de Sergio Salomón Céspedes Peregrina a la gubernatura de Puebla tiene que ver con el papel que jugó el Congreso del Estado.

A diferencia de la legislatura de Nuevo León —que generó un caos hermanado con el ridículo en la trama encabezada por el gobernador Samuel García—, los diputados locales de Puebla sacaron la casta y marcharon juntos en una solución que hizo pasar a la entidad de la incertidumbre a la confianza.

En Nuevo León, hay que decirlo, los intereses mezquinos se impusieron en la ronda de las negociaciones.

En Puebla, con el doble agravante del tiempo y de la prisa, los legisladores de todos los partidos entendieron la necesidad de la gobernabilidad, y actuaron en consecuencia.

Samuel García fue un pésimo negociador y tuvo enfrente a dos partidos políticos —el PRI y el PAN— que antepusieron sus intereses —incluso económicos— a los acuerdos.

El hoy gobernador tuvo en Jorge Estefan Chidiac y en Julio Huerta a dos operadores despojados de protagonismo y ambición.

Y contra todos los pronósticos, el nombre de Sergio Salomón generó consensos.

Esto último fue precisamente lo que no hubo en el Congreso de Nuevo León.

Y la falta de consenso provocó la aparición de ese monstruo de dos cabezas: el caos y el ridículo.

De manera inédita, hace un año vimos en el Congreso de los diputados poblanos la negociación —contra reloj— de acuerdos que llevaron a excelente puerto al estado.

¿Qué sí hubo?

Buena fe, disposición y altura de miras.

¿Qué no hubo?

Egoísmo, mezquindad e intereses económicos.

Sin prometer un solo centavo o contratos de obra pública, por ejemplo, los operadores sumaron a la gran mayoría de los diputados en la tarea de convertir a uno de sus pares en el gobernador sustituto.

El único voto en contra —del panista Rafael Micalco— terminó por legitimar esa cruzada.

La investidura de Sergio Salomón nació acuerpada por todos los partidos.

Eso dotó a la misma de legalidad y legitimidad.

Se dice fácil.

No lo fue.

¿Pero cómo ha sido este primer año en Casa Aguayo, en el cuarto piso del CIS y en los municipios de todo el estado?

Éste será el tema de la siguiente columna.

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