Las escenas son brutales: mexicanos perseguidos como si fuesen animales: apaleados, humillados, separados de sus familias.
El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estado Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) realiza sus redadas en lugares en los que abundan los migrantes mexicanos.
Y, cuando detectan a algunos, lanzan toda la fuerza del estado: como si fuesen criminales sériales o terroristas.
No les importa que los migrantes vayan con su familia: arrastran a hombres y mujeres por el piso, lanzan gases lacrimógenos sobre ellos, los patean, los injurian, los someten con violencia.
La duda mata: ¿dónde está el inútil embajador de México en Estados Unidos?
¿En que club de golf se encuentra practicando su swing?
Esteban Moctezuma ha evidenciado su torpeza en la negociación, así como un grupo de senadores que ha ido dos veces a hablar con sus pares —sin saber inglés.
¿Qué es lo que han hecho en sus jornadas de diálogo, además hacer turismo legislativo?
El ridículo.
Empezando por Moctezuma, que en todas sus posiciones ha fracasado.
Lo hizo, por primera vez, cuando fue secretario de Gobernación en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Cómo olvidarlo:
Fue a la selva lacandona a negociar con el subcomandante Marcos, a quien le ofreció garantías para él y el ejército zapatista, mismas que no fueron respetadas por el gobierno de Zedillo.
Apenas regresaba de Chiapas, cuando inició la ofensiva gubernamental.
Cuando arribó a la Ciudad de México se enteró que Marcos había sido aprehendido.
Tras ese fracaso, vino su cese.
Años después, coordinó la campaña de Francisco Labastida a la Presidencia.
Todos conocemos el resultado: ambos perdieron ignominiosamente.
Tercer round: Ricardo Salinas Pliego lo salva del desempleo y lo pone a dirigir la ridícula Fundación Azteca.
En ese trance, y aún antes, protege al depredador Andrés Roemer.
Cuarto round: incomprensiblemente, López Obrador lo integra a su equipo cercano y lo nombra titular de la SEP.
El resultado es atroz.
La Secretaría se inmoviliza.
Viene el relevo.
AMLO lo nombra embajador.
En Washington tiene todo el tiempo del mundo para jugar, muy mal, su deporte favorito: el golf.
Sus golpes son tan defectuosos como sus misiones diplomáticas.
Hoy, faltaba menos, está desaparecido en lo que es la peor crisis migratoria México-Estados Unidos.
En manos de este inútil está una parte de las negociaciones.
Pobres migrantes con un embajador así.
