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miércoles, febrero 12, 2025

El presidente que gobierna con ocurrencias

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Cada vez que se le ocurren cosas malas al presidente Trump, inevitablemente aparece la palabra México.

De nada sirven los acuerdos de honor hechos con la presidenta Sheinbaum ni los treinta días pactados para el tema de los aranceles.

Y eso sucede porque el presidente Trump es más voluble que el mar.

Nunca se sabe en qué momento va generar algún decreto que ponga nerviosos a los mercados y a los mexicanos.

(A los canadiense sólo los pone nerviosos el aún primer ministro Justin Trudeau).

A Trump le encanta firmar decretos con su ampulosa firma que es más larga que un río.

Una firma tan ampulosa no es digna de un presidente.

Es como la firma de Moreno Valle: fea y larga.

Moreno Valle, que era un perfeccionista, jamás perfeccionó su firma.

Dicen sus amigos que era una rúbrica que venía arrastrando desde la primaria.

La de Trump debe tener una historia similar.

Es la clásica firma nacida en una época de estío y hastío.

Cada vez que va a rubricar alguna orden ejecutiva —le encanta hacerlo en las ruedas de prensa—, saca un marcador Sharpie que cuesta mil 117 pesos.

El suyo no es de punta fina sino gruesa.

Seguramente lo hace para que su firma se vea grande y nalgona.

Exacto: la firma del presidente Trump es una firma nalgona.

Pero volvamos al tema: Trump no tiene palabra.

Sus promesas las firma en un bloque de hielo

(Una hora después se han derretido).

No está mal ser mentiroso.

El problema es serlo desde la Casa Blanca.

Si dice no es sí.

Y así sucesivamente.

Cada vez que sube al avión presidencial (un Boeing 757-200) hay que poner las nalgas a la pared, aunque el anuncio de que impondría aranceles del 25 por ciento —a las importaciones de aluminio y acero provenientes de México, Canadá y China— lo hizo a bordo de su avión privado: el Air Force One.

Todavía no cumple un mes en la Casa Blanca y Trump ya ha tenido toda clase de ocurrencias, mismas que contradicen los acuerdos pactados —supuestamente serios— con la presidenta Sheinbaum.

Ufff.

Así nomás no se puede.

 

 

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