Vi la serie de Denise Maerker sobre el fin del PRI.
Era claro que como buen producto de Televisa la conductora de noticias iba a omitir el papel de su empresa en varios capítulos centrales de la historia reciente de México.
Lo mejor de la serie es el material audiovisual.
Televisa tiene uno de los mejores archivos para reconstruir una parte olvidada de la memoria mexicana.
Las escenas lopezportillescas y otras más reflejan brutalmente el país que fuimos: un país dado al melodrama, la comedia, la picaresca y a cierta estupidez.
(Moldeada ésta, faltaba más, por Televisa).
¿Cómo es que México pudo tener y soportar durante seis años a un personaje tan deleznable como López Portillo?
¿Qué clase de pueblo somos que permitimos que ese tipo de bichos haya estado instalado en Palacio Nacional?
¿No nos bastaron los programas especiales sobre él y su familia para entender que estábamos ante un psicótico?
Vea el hipócrita lector:
López Portillo juega luchitas con su hijo José Ramón.
(Y hace que se rinda).
Luego práctica esgrima y equitación con un rostro equivalente a un coitus interruptus.
Click.
López Portillo doma a un caballo semisalvaje (el caballo).
Luego juega con un perro que parece aburrido.
(El perro).
Click.
López Portillo corre por delante de sus escoltas y aduladores en Mazatlán.
Suda en medio de su evidente gordura.
Click.
Luego, ya como presidente, López Portillo salta una tranca (con el riesgo de caer de bruces) ante el espanto del Estado Mayor Presidencial.
Click.
López Portillo obliga a Rosa Luz Alegría —su secretaria de Turismo— a darle un beso en la mejilla (delante de todos), con lo que evidencia que el presidente es tan macho que tiene una amante en el Gabinete.
Click.
Carmen Romano, su esposa, toca a Lizt (en el piano de cola que transportaba en el avión presidencial a todos lados), mientras el presidente, sus hijos y su madre (doña Cuquita), escuchan aletargados la pieza musical.
(Algo queda evidenciado en ese corto: que doña Cuquita odiaba a su nuera).
De pronto, Jacobo Zabluduvsky sale del trance y le pregunta a López Portillo: ¿ambiciona ser rico?
Éste, por supuesto, miente descaradamente como preludio de lo que vendrá: el anuncio de que hay que prepararnos para administrar la riqueza (gracias al boom petrolero), el anuncio de que los precios del petróleo andan por el suelo (y las tazas de interés por la azotea), el anuncio de que hay que devaluar la moneda (como jamás se había visto) y el anuncio de que (en 1982) estamos más jodidos que cuando empezamos (1976).
Click.
Cosa curiosa: el anuncio de que estamos jodidos, lo hace el presidente teniendo a su esposa a la derecha, y con una cara de “¡te lo dije, pendejo!” que no puede evitar.
Click.
No puedo dejar de citar a Denise Maerker cuando escribió, en un artículo, que Miguel de la Madrid, su sucesor, aprendió a leer tan bien a López Portillo que para ganarse su confianza —y la candidatura— integró a su hijo (José Ramón) a la Secretaría de Programación y Presupuesto, y le metió en la cama a Rosa Luz Alegría.
Con todo esto, el presidente volteó a verlo sólo a él.
(Qué buen lector de bestias resultó ser De la Madrid).