Varios fantasmas del pasado reciente fueron llegando a la sede del nuevo Congreso del Estado.
Como buenos fantasmas, hacen como que caminan, pero no es así.
En realidad levitan.
En una época, levitaron de tanto poder acumulado.
Hoy sólo lo hacen porque los fantasmas no pueden caminar.
Ya instalados en la zona de los aletazos de caguamo, los fantasmas practican el viejo ritual de abrazar a todos los que se les cruzan.
Hubo un fantasma, por ejemplo, que abrazó a una señora de la limpieza, a dos escoltas y a tres policías vestidos de civiles.
Y coronaba los saludos con el tradicional “cho gusto”.
Al nuevo Congreso llegaron también un diputado Pipitilla y un exdiputado experto en un deporte ya caduco, pero siempre vigente: la simulación.
Hubo un momento, por cierto, en que el fantasma abrazó a Pipitilla y al simulador, y hasta se tomaron una foto.
Una frase del general Miguel Negrete (un conservador que mudó de traje y se volvió juarista) corona una de las zonas altas del nuevo Congreso: “Yo tengo patria antes que partido”.
A esa frase hizo alusión César Yáñez, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, tema, este último, que a partir del 14 de diciembre estará en las prioridades privadas y públicas del gobernador Sergio Salomón Céspedes.
Yáñez cerró su discurso con un “yo también tengo patria antes que partido”, cosa que a algunos morenistas —Noroña, por ejemplo— les provocaría urticaria.
Negrete, cosa curiosa, nació en Tepeaca y fue gobernador de Puebla.
También fue uno de los más fieros defensores de la patria en la batalla del 5 de mayo.
Hay que decirlo: Negrete fue juarista y antijuarista, y hasta combatió con las armas al benemérito.
Dos oaxaqueños lo indultaron en distintos momentos: el propio Juárez y Porfirio Díaz.
En su turno en la tribuna, el gobernador Sergio Salomón hizo la crónica de aquellos aciagos días en que, una vez fallecido el gobernador Miguel Barbosa, los diputados de todos los partidos apagaron sus celulares y lo nombraron gobernador sustituto.
Y confesó algo: “No sabíamos si la acción del Congreso podía ser considerada ilegal”.
Lo supieron cuando, horas después, en La Mañanera, el presidente Lopez Obrador —a pregunta expresa— admitió que el Congreso tuvo la última palabra.
Eso les trajo paz.
Y certeza.
Gran inauguración, pues, muchas selfies, muchos aletazos de caguamo, y un clima, inevitable, ufff, de dulce despedida.