Hace poco le pregunté al gobernador Sergio Salomón Céspedes sobre la posibilidad de que Donald Trump ganara la elección presidencial este martes 5 de noviembre.
Y lo hice tendiendo en cuenta dos factores: la inminente llegada del todavía huésped de Casa Aguayo a la titularidad del Instituto Nacional de Migración y la inminente victoria del más furibundo antimigrante.
La respuesta fue serena:
“Hace poco, en una comida con Carlos Slim, éste me dijo que Trump era uno como candidato y otro como presidente. Su discurso incendiario se transforma en la Casa Blanca”.
No sabemos de qué nivel será la beligerancia en la que se instale el empresario de 78 años de edad.
Lo que sí sabemos es que el comisionado Céspedes formará parte de las reuniones diarias de Seguridad que encabeza en Palacio Nacional la presidenta Claudia Sheinbaum.
En dicho Gabinete participan, además, los secretarios de la Defensa Nacional y de la Marina, Omar García Harfush (Seguridad Pública) y Rosa Isela Rodríguez (Gobernación).
El peloteo diario con la presidenta será obligado.
Y es que Migración se convertirá con Trump un punto crucial en las agendas presidenciales de México y Estados Unidos.
Faltaba más, pero faltaba menos.
El vals que bailan Gaby Bonilla y Sergio Salomón. El formato del informe de Gaby Bonilla fue novedoso, cierto, pero lo mejor fueron las improvisaciones que tocaron los corazones de quienes acudimos este miércoles al Segundo y último informe de la presidenta honoraria del DIF.
Los niños y las adolescentes invitados a la conversación pública con Gaby emocionaron a todos, sobre todo porque hasta en los silencios y el natural pánico escénico prevaleció el rostro humano, doblado de voces, llantos contenidos y la ternura de la protagonista del informe.
El final no tuvo pierde.
Y es que Gaby logró sacar también la parte humana del gobernador, quien a partir de tres confesiones públicas logró tocar a su manera —una vez más— el corazón de todos.
Tarde redonda para la pareja que está por dejar el gobierno de Puebla y se incorporará a tareas que tienen que ver con otro corazón: el de Palacio Nacional.
Sobra decir que la nostalgia ya es un vals que se baila en la familia Céspedes-Bonilla.