Los cien días del gobierno de Claudia Sheinbaum coinciden —días más, días menos— con la llegada del gobierno más beligerante de los últimos tiempos: el de Donald Trump.
La sensatez y el talento de la presidenta será clave para la tormenta que viene.
Y es que no es Trump únicamente a quien habremos de enfrentar los mexicanos.
Sus ocurrencias del 2016 al 2020 no pasaron de eso en su primer periodo al frente de la Casa Blanca.
El problema es que ahora viene acompañado de un hombre de 53 años de edad, nacido en Sudáfrica, que estudió Economía y Física, y que tiene una fortuna cuatro veces mayor que la de Carlos Slim.
Su nombre: Ilon Musk.
La cercanía del cuasidueño del espacio con la oreja derecha de Trump es brutal, y cada día que pasa es más notoria su influencia.
Musk no es como el virtual presidente de Estados Unidos: un hombre de ocurrencias.
Y eso lo hace más peligroso.
Musk es un hombre de ideas que lo tienen a él y a sus socios como primeros beneficiarios.
Ya vimos cómo se duplicó su fortuna tan sólo con apostarle a Trump en la carrera presidencial.
El plan Musk, para desgracia nuestra, pasa por México, y tiene que ver con la expulsión de migrantes, la invasión con drones del espacio aéreo y la generación de una economía de guerra metida en el corsé del Tratado de Libre Comercio.
Hasta hace poco, Musk jugó con la zanahoria del nearshoring , que consiste en la reubicación que hace una empresa de sus procesos comerciales o productivos a países como el nuestro: con una zona horaria semejante.
Una vez que el triunfo de Trump empezó a ser más evidente, el nearshoring de Musk se evaporó, y dejó colgados, entre otros, a gobernadores tan patéticos como Samuel García, de Nuevo León.
La nariz de Musk es tan grande que a través de Twitter (nunca X) está metiéndose hasta en las próximas elecciones parlamentarias alemanas, a realizarse el 23 de febrero próximo.
Abiertamente hace proselitismo por Alice Weidel, candidata a canciller de la ultraderechista AFD (Alternativa para Alemania), heredera auténtica del nazismo.
Hasta Pedro Sánchez ha empezado a alertar sobre el riesgo que entraña Musk (metido en la cabeza de Trump), quien alienta lo que el presidente del gobierno español llamó una “internacional reaccionaria” que ataca abiertamente las instituciones y azuza el odio.
Musk tiene en la bolsa, a través de Trump, a otros millonarios excéntricos como Jeff Bezos (Amazon) y Mark Zuckerberg (Facebook e Instagram).
Estos personajes, faltaba más, están entre los hombres más ricos del mundo y tienen otras dos cosas en común: apoyan a Trump (es decir: a Musk) y buscan “restaurar” la libertad de expresión.
¿Cómo?
A través de las denominadas fake news, pero metidas en unas bragas sensuales y sofisticadas.
Musk y Zuckerberg viven en las mentes de cientos de millones de personas a través de sus redes sociales.
Y no sólo las habitan: las están diseñando para los fines más perversos.
Cierto: Trump es terrible y temible, pero lo es más ese hombre nacido en Sudáfrica hace cincuenta y tres años que busca dominar el espacio y la tierra.
Tiene dinero para hacerlo, tiene a Trump, tiene al ejército estadunidense, tiene a otros que como él controlan el capital mundial.
¿Qué le falta?
Que llegue el 20 de enero, fecha en la que su títere Trump rendirá protesta como presidente de Estados Unidos.
¡Nalgas a la pared!
¡Terrible!
¡Bebamos!