Leo comentarios de gente que jura que la presidenta Claudia Sheinbaum es igual en todo al presidente López Obrador.
Disiento de ellos.
Desde que rindió protesta en San Lázaro, el 1 de octubre pasado, la doctora Sheinbaum ha ido poniendo su propio sello no sólo en los actos de gobierno sino en todo lo que concierne a éste.
Dos ejemplos claros:
Hace unos días se realizó una reunión, encabezada por ella, con empresarios estadunidenses y mexicanos.
Al salir de la misma, el presidente de la COPARMEX soltó la lengua y reveló ante los reporteros que la presidenta les había dicho que en el tema de la Reforma al Poder Judicial habría cambios importantes en las leyes secundarias.
Dichas leyes, ya lo sabemos, son como las letras chiquitas en los contratos, y han sido pulidas para bien.
Cuando menos eso les dijo la doctora Sheinbaum a los empresarios.
Otro ejemplo:
Cuando el FBI y otras fuerzas estadunidenses vinieron a Sinaloa por el Mayo Zambada, en contubernio con los Chapitos y cierto gobernador, la vocería oficial determinó que Rubén Rocha Moya nada tenía que ver con uno de los daños colaterales: el asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda, su rival más odiado.
Todos salieron en defensa del “maestro” Rocha y hasta lo ponderaron como un hombre decente.
Pero las áreas de seguridad y justicia del gobernador de Sinaloa —incluyendo la Fiscalía estatal— armaron un montaje brutal y bastante estúpido para justificar el crimen de Cuén, exrector de la Universidad Autónoma de Sinaloa.
La Fiscalía General de la República (FGR) acaba de determinar que nuestro personaje falleció muchas horas antes de la grabación del video de su “homicidio” en una gasolinera.
En otras palabras: la FGR acaba de desmontar las mentiras del gobernador Rocha.
La duda mata:
¿Deveras es tan autónoma e independiente la Fiscalía de Gertz Manero como para darle un golpe tan severo a un gobernador de la 4T?
Es claro que el fiscal le compartió a la presidenta Sheinbaum los resultados de la investigación que dejan muy mal parado al gobierno del maestro Rocha, y es claro, también, que la presidenta le dio la luz verde necesaria para que el fiscal hiciera pública la información.
En política, reza el lugar común, no hay casualidades.
Menos en la política mexicana.
Estos dos actos dejan ver que la doctora Sheinbaum está empezando a dejar su huella en Palacio Nacional.
Es una huella sobria, discreta, pero huella al fin.
No esperen los críticos una ruptura malsonante o ruidosa.
No es el estilo de la presidenta.
Lo suyo son los mensajes elegantes, con guante blanco.
Tan elegantes como un desayuno en Tiffany.