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jueves, noviembre 21, 2024

El mea culpa de Fernando Manzanilla

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Fernando Manzanilla llegó a Puebla diciendo que Rafael Moreno Valle y su familia eran muy cercanos a su corazón desde varias décadas atrás. 

Una vez que la hiel ocupó el lugar de la miel, Rafael Moreno Valle se volvió su peor enemigo. 

¿Qué hizo? 

Conspiró en su contra, lo denunció veinte veces en público —y algunas en privado—, lo acusó de tirano y encabezó una campaña en su contra. 

(Lo mismo hizo con Martha Érika Alonso, a quien denominaba de la peor manera). 

¿Dónde quedó la cercanía a su corazón? 

En el basurero de Cocula. 

A tal grado llegó el enojo de los padres de Rafael —sus suegros en algún momento— que le retiraron la palabra y lo empezaron a denominar “Fernando Pesadilla”. 

Tras la muerte de Martha Érika y Rafael, nuestro personaje dijo que estaban muy cerca de su corazón desde décadas atrás.

Hace unos días, publicó un mea culpa similar a la oración fúnebre que varias veces recitó ante sus antiguos suegros. 

Dicho mea culpa debe leerse en sentido contrario. 

Es decir: donde dice NO debe decir SÍ. 

Vea el hipócrita lector: 

“A raíz de la llamada de un amigo, cuya familia es muy cercana a mi corazón desde hace décadas, me veo en la necesidad de aclarar aquí lo mismo que le comenté a él: respeto la libertad de expresión de todos los medios de comunicación. Sin embargo, con el fin de evitar especulaciones sobre mi injerencia en alguno en particular, me veo en la necesidad de aclarar que NO tengo participación alguna en ningún medio —más allá de mis columnas semanales publicadas en varios espacios— y NO influyo en la línea editorial de quienes ejercen su labor periodística”.

Hasta aquí la larga pero onerosa cita. 

El amigo cercano a su corazón no debe tener dudas: Fernando tiene un pasquín electrónico plagado de faltas de ortografía y de redacción desde donde ajusta cuentas con el gobernador Barbosa —a quien también tuvo algún día cerca de su corazón— y todos los enemigos que ha ido ganándose en el camino. 

Si ese amigo fue tocado por uno de los palafreneros de Fernando, no debe tener dudas: detrás del golpe estuvo él.

Sus exsuegros no se equivocaron al bautizarlo como “Pesadilla”. 

Muchos de sus antiguos amigos conocen la sinceridad de sus palabras, una vez que han sido víctimas de dichos palafreneros.

Es decir: del propio Fernando. 

Cuando esa página electrónica nació, todos supieron que el dueño era Fernando. 

Y es que dejó todas las huellas —como las sigue dejando— en cada una de las palabras que ahí se escriben. 

El mea culpa, por cierto, es conmovedor. 

Al amigo de Fernando le ha de haber llegado al corazón. 

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