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jueves, julio 4, 2024

El ladrón del Tsuru y las boletas electorales

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No esperemos un escenario de calles vacías, llenas de polvo.

O sí.

El día después de la guerra suele ser terroso.

Antes de la explosión de la bomba atómica en Hiroshima hubo un extraño fenómeno: se suscitó ese silencio mortal que antecede a todo desastre.

Una vez lanzada la bomba, surgieron los gritos despavoridos, el fuego, la sangre, y polvo, humo, mucho polvo.

(Mucho humo).

Luego vino el silencio.

En la antesala del 2 de junio escucharemos ese silencio que antecede al desastre.

(Toda guerra es a su manera un desastre. Y eso incluye a las guerras electorales).

Luego sobrevendrá otra vez el ruido: ese ruido que lleva más de un año taladrando los días: los muchos ruidos de las campañas electorales.

(El sonido que hace una marimba al caer al piso).

Al día siguiente, el escenario será uno de calles vacías, llenas de gritos, fuego, sangre, y polvo, humo, mucho polvo.

(Mucho humo).

Aunque la diferencia de votos sea contundente, los perdedores hablarán de fraude.

Y cerrarán vialidades.

Y marcharán sobre ellas.

Dirán que el ladrón de autos que se robó un Tsuru en una calle vacía —en cuyos interiores había dos mil boletas electorales— fue un mapache que hizo ganar a uno de los candidatos.

(En la vida real, dos mil votos no cambian una elección, salvo que se trate de una de juntas auxiliares).

El ladrón iba tras un auto.

Su pretensión no era la de mover el termómetro electoral.

¿Qué hará con las boletas una vez que las halle?

Las usará para ajustar las patas de un ropero viejo o para ahorrarse el combustible de un boiler Calorex.

¿Acaso pondrá un letrero en Facebook para que algún candidato urgido de votos rellene unas urnas?

En el peor escenario, supongamos que el ladrón de autos es un mapache al servicio de equis candidato.

En las condiciones actuales de los módulos electorales tendría que contratar a dos mil personas para que retaquen las urnas con votos hechizos, mismos que afloraran a la hora del conteo.

Dichos cómplices tienen que aparecer en el padrón y en la lista nominal de la sección elegida, una vez que para depositar el voto hay todo un protocolo difícil de saltar.

Supongamos que la Operación Ratón Loco se consuma, pero es detectada, inevitablemente, a la hora del conteo de votos.

¿Qué procede en ese caso?

La anulación, también inevitable, de la casilla.

Y asunto concluido.

El ladrón del Tsuru pasará a la historia inmediata como un simple ladrón de Tsurus.

Y a otra cosa.

El día después de la elección, por ejemplo.

Pero de eso hablaré en mi última columna antes del 2 de junio.

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