Un militar despiadado, duro, de la vieja escuela —la del general Hermenegildo Cuenca Díaz—, se escondió en Puebla después de que la periodista Anabel Hernández lo ubicó, en un reportaje de la revista Proceso, como uno de los probables responsables de la negra noche de Iguala, cuando desaparecieron los 43 estudiantes de la normal Isidro Burgos, de Ayotzinapa.
El militar escondido en Puebla se camufló en guarura de un empresario de medio pelo que ahora vive en Cancún.
En esa condición, acompañó a su jefe a restaurantes, oficinas y los pocos espacios que funcionaban debido a la pandemia del Covid de 2020.
Me refiero al general José Martínez Crespo, capitán de Infantería adscrito al 27 Batallón en Iguala, quien terminó entregándose en noviembre de ese año.
El general lo mismo era chofer que guardaespaldas de ese empresario poblano ligado a la construcción, y de apellidos Martínez Esquivel, por lo que no es improbable que hayan tenido parentesco familiar y, ya se ve, la confianza suficiente como para mantenerse oculto en la capital del estado.
Los amigos del empresario bromeaban sobre su guardaespaldas.
Y es que su presencia generaba cierto temor, pues siempre estaba mal encarado y no decía palabra.
Una prueba visible de su paso por Puebla es un oficio que el general Crespo, como es conocido, firmó para la contratación de un servicio de gas de la casa de su jefe, quien construye torres de departamentos en Puebla y Cancún, y tiene varias tiendas de pisos y acabados en la zona azulejera de la 25.
Después de que el general se entregó, nada se movió en la vida del empresario.
Salvo un pequeño tema:
Cuando dio de baja el servicio de gas, la empresa exigió que firmara la carta la misma persona que la dio de alta.
Alguien tuvo que falsificar la firma de Martínez Crespo, una vez que éste ya se hallaba en prisión militar.
El 12 de noviembre de 2020 decidió entregarse y acabar con la zozobra y la incertidumbre.
Le dejo al hipócrita lector unas líneas reveladoras de la periodista Anabel Hernández sobre nuestro personaje para que quede claro el tamaño del cachalote que vivió en Puebla:
“La primera vez que escuché el nombre del capitán Martínez Crespo fue en una entrevista que hice en Iguala en noviembre de 2014, cuando inicié la investigación sobre el caso. Hasta ese momento ninguna autoridad, ningún medio de comunicación, ningún estudiante sobreviviente, había identificado al capitán de Infantería adscrito al 27 Batallón en Iguala, como uno de los actores clave de los hechos.
“Fue el juez de barandilla Ulises Bernabé García quien me narró que aproximadamente entre once y doce de la noche del 26 de septiembre de 2014, mientras él se encontraba de turno en la base de la policía municipal de Iguala, llegó un pelotón de militares compuesto de dos vehículos con cerca de ocho soldados en cada uno. Entró a la comandancia el jefe quien se identificó como ‘Capitán Crespo’ y le pidió permiso de hacer una inspección dentro de las instalaciones con el pretexto de que estaba buscando una motocicleta blanca.
“Cuando le pregunté a Bernabé García si le pareció extraña la visita, me dijo que sí, que en todo el tiempo que él llevaba trabajando ahí, el ejército nunca había ido a inspeccionar las instalaciones. Los soldados entraron armados y revisaron cada rincón, incluyendo baños, las celdas donde se hacían las detenciones provisionales, las oficinas administrativas, y el patio. Luego, el capitán Crespo le dio al juez de barandilla una palmada en el hombro, como si fueran viejos amigos, y se retiró.
“‘Era una búsqueda inusual para encontrar una motocicleta’, me dijo el juez. Lo que él no sabía era que en ese momento acababa de ocurrir el segundo ataque armado contra los estudiantes, y que a pocos metros de la base de la policía, en la calle Juan N. Álvarez, acababan de desaparecer al menos 20 de los estudiantes y dos jóvenes habían resultado heridos. ¿Por qué el capitán Crespo estaba en la base de la policía municipal, en vez de dar auxilio a los jóvenes que estaban siendo perseguidos?
“(…) Antes de ir a la base de la policía municipal y hablar con Bernabé García, el pelotón de Martínez Crespo primero fue a la autopista Iguala-Chilpancingo a la altura del Palacio de Justicia. De acuerdo a la cronología de los hechos, habrían llegado en el tiempo en que se estaba llevando a cabo la desaparición de una veintena de estudiantes. Según el testimonio de soldados del pelotón, Martínez Crespo, en vez de llamar de inmediato al Ministerio Público, alteró la escena del crimen y entró al autobús en que viajaban los estudiantes. Lo inspeccionó a sus anchas durante casi media hora. Según las versiones que obtuve en mi investigación, en ese camión había un cargamento de heroína y los normalistas fueron atacados y sacados de ahí para recuperarla”.