Alejandro Armenta arrancó como puntero en la elección para la gubernatura desde el 10 de noviembre de 2023, cuando se impuso en el proceso interno de Morena.
Eduardo Rivera, en tanto, evidenció desde el primer momento que no quería contender.
La abulia es la palabra clave para definirlo.
Marko Cortés tuvo que pedirle en varios momentos que se postulara.
El alcalde con licencia de Puebla dijo ‘no’ varias veces.
Tenía ganas de todo, menos de contender por la gubernatura.
Y cuando Armenta apareció como candidato de Morena, la abulia de Rivera creció como un tumor en el cerebro.
Sus razones han quedado claras en este primer mes de campaña.
No quiere confrontarse con su contendiente, no tiene ganas de recorrer el estado y no está en su ánimo perder por segunda ocasión.
Su discurso es elocuente, pero en el sentido peyorativo de la palabra.
No emociona, no convoca, no penetra.
Su campaña es un coitus interruptus.
Y, por si fuera poco, Xóchitl Gálvez no le ayuda a crecer.
Alejandro Armenta, en cambio, tiene en Claudia Sheinbaum un poderoso motor que le sirve para circular por todo el estado.
Hasta los enemigos de la Cuarta Transformación admiten que Puebla es una plaza perdida para los prianistas.
‘No hay nada que hacer ahí’, confiesan.
¿Duele?
Sí.
Lo suficiente como para culpar a Eduardo Rivera del fracaso.
‘No tiene ganas’, reconocen.
El coitus interruptus de Lalo es tan elocuente como su abulia.
En él se junta el desgano con las ganas de ayunar.
Y mientras Armenta recorre el estado metido en la certeza del triunfo, Rivera lo hace enfundado en la palabra incertidumbre.
El soldado Pérez —éste es su segundo apellido— hace campaña metido en una madriguera.
Avísenle, por favor, que ya pasó el primer mes.
La fotografía del debate que viene es predecible.
El candidato de Morena aparecerá en primer plano.
Detrás suyo, asomando la nariz, estará el soldado Pérez.
¿Quién lo salvará los días que vienen?
No hay deshonor más grande que ir a la guerra sin fusil.
No hay soldado más indigno que el que sabe que la guerra está perdida.
Ésta, pues, es la película que estamos viendo.
Tic tac, tic tac, tic tac…
El final es predecible por más que algunos columnistas insistan en que ambos contendientes van creciendo en las encuestas.
Uno crece, sí.
El otro va en caída libre.
En la muerte de un buen hombre. Pepe Ventosa murió queriendo alcanzar la luna en el río amarillo.
Igual que Li Po, el poeta chino de la dinastía Tang.
Lo conocí cuando fue secretario particular de Javier López Zavala en la campaña de 2010.
Me quedo con esa imagen para siempre: joven, alegre, amigo de sus amigos.
Descanse en paz.