Alito Moreno —admiten algunos priistas de nivel— es un auténtico delincuente.
De todo busca sacar provecho.
La gobernadora Layda Sansores lo ha evidenciado en todas sus corruptelas.
No sólo tiene esa mala fama.
Posee la voz del mafioso experto en amedrentar y extorsionar a quien pueda.
La gobernadora de Campeche lo ha exhibido martes tras martes en toda su podredumbre.
Todos escuchamos cómo movía encuestas —esos fragmentos son delirantes—, ordenaba golpes, transaba en lo oscurito, movía dinero black, etcétera.
Las expresiones que tenía —o tiene— acerca de las diputadas de su partido lo retratan como un depredador sin límite.
Es el mejor ejemplo del político que avanza porque transa.
Y lo mismo negocia con el poder en turno —Adán Augusto López fue uno de ellos cuando estuvo al frente de Gobernación— que con sus cómplices más siniestros.
Un caso: Marko Cortés, dirigente nacional del PAN.
Su más reciente jugada es igualmente vomitiva:
Negociaron posiciones en el gobierno de Coahuila, candidaturas, notarías, moches…
Ambos son el ejemplo brutal de lo que significa ser del PRIAN.
Ya habíamos olvidado lo que significaban esas siglas.
Gracias por recordarnos lo que son: una auténtica escoria.
Lo primero que hace Alito cuando se sienta con un gobernador es pedir dinero.
El Mochaorejas es un lord inglés frente a él.
En su insaciabilidad, también pedía posiciones.
Dinero, posiciones y obra pública.
Dinero, posiciones, obra pública, y más dinero.
Y hoy, en la antesala de las elecciones presidenciales, sigue en la misma ruta.
¿A quién nos recuerda?
Al Negro Durazo, de entrada.
A Romero Deschamps, a Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, a Andrés Granier, a Elba Esther Gordillo, a Genaro García Luna, a Humberto Moreira, a Arturo Montiel…
Pero de todos, Alito Moreno es el peor.
Alguna vez acudí a una comida con él y otros dirigentes priistas en el Centro Libanés de Puebla.
Era una mesa larga poblada, además, por directores de Medios.
Alito habló con una dicción similar a la de Julio César Chavez.
Su limitado vocabulario fue otras de las cerezas de ese pastel.
Con sólo escucharlo sabía uno ante quién estaba: un tipo ruin, canallesco, impresentable.
En Marko Cortés encontró a su pareja ideal.
Van a pasar muchas décadas para que surjan en el país otros personajes como ellos.
Gracias al caso Coahuila sabemos ahora que la delincuencia organizada en la política está ligada irremediablemente al PRIAN.
¿Y quiénes son sus cómplices en Puebla?
De entrada, los candidatos que ellos apoyen.
¿Nombres?
Eduardo Rivera Pérez, candidato del PRIAN a la gubernatura de Puebla.
¡Qué bonita familia, caballeros!