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viernes, abril 26, 2024

Aquella Comida con el Gobernador Barbosa (La Última del Año)

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El domingo 31 de julio de 2022, muy temprano, el gobernador Miguel Barbosa Huerta me llamó por celular.

Yo estaba despertando en el hotel Mi Ranchito, de Xicotepec.

Un día antes habían sido las asambleas distritales de Morena, en las que el barbosismo arrasó brutalmente.

Esa llamada me sorprendió porque durante varias semanas, gracias a instigadores muy eficaces, el gobernador dejó de pelotear conmigo como siempre lo hacía desde que arrancó su segunda campaña a la gubernatura, en 2019.

Al ver su nombre en mi teléfono, respondí de inmediato.

En un tono cordial, como el que acostumbraba, me preguntó cómo había visto el resultado de las asambleas.

Estaba eufórico.

Muy contento.

Una vez más se había enfrentado a sus enemigos de siempre y les había ganado.

Casi al finalizar la conversación, me invitó a comer a La Esencia del Mediterráneo: un restaurante ubicado por la zona en la que se halla el fraccionamiento El Cristo.

Subí a mi auto y llegué a Puebla.

Minutos antes de la hora acordada, arribé al restaurante.

Poco después llegaron el entonces diputado Sergio Salomón Céspedes y su esposa Gaby.

Cruzamos impresiones acerca de las asambleas y coincidimos en que la fuerza de nuestro amigo gozaba de cabal salud.

Más tarde se incorporaron a la mesa Javier Pacheco y Araceli, su esposa.

Finalmente llegaron doña Rosario, Rosario hija y el gobernador.

La comida fue deliciosa.

La conversación, excelente.

El humor del huésped de Casa Aguayo estaba en su mejor momento, tanto así que salimos de ahí poco después de las 10 de la noche.

Pensé en preguntarle por el malentendido que nos había alejado algunas semanas.

No lo hice.

Hice bien.

Entre amigos no deben existir las dudas ni las explicaciones.

El gobernador fue siempre un gran conversador que ponderaba la amistad.

Y con los amigos era generoso, bromista, lleno de luces.

Viendo esa mesa en retrospectiva, entiendo ahora la cercanía que tenía con el hoy gobernador Sergio Salomón.

La suya fue una amistad montada en la confianza.

Quizás el primer día de esa naciente relación se dio durante el festejo de los 500 años de la fundación de Tepeaca.

Ese 6 de septiembre de 2020 se dio un click entre el gobernador Barbosa y el entonces alcalde de ese municipio.

Al final de la celebración, se realizó una comida en la casa de Sergio y Gaby.

Yo iba en carretera cuando Sergio me marcó al celular para decirme que el gobernador me pedía que los acompañara.

Regreso a la mesa de La Esencia del Mediterráneo.

Javier Pacheco fue el mejor amigo poblano de don Miguel y hoy por hoy goza de una gran amistad con el gobernador Sergio Salomón Céspedes.

Recuerdo una cena en la que hubo churrumais, papás y chicharrones, así como un par de botellas de tinto.

Sergio, Javier y yo charlamos —largamente— al tiempo que los churrumais iban a la baja.

Al otro día yo estaba, faltaba más, fatídicamente empachado.

En esa mesa de La Esencia del Mediterráneo, con esa aura de felicidad que cubría al gobernador Barbosa, quedaron selladas, una vez más, varias cosas.

Entre ellas: la entrañable amistad.

 

Los Mensajes Enigmáticos. La semana pasada, cuando el presidente López Obrador vino a Casa Aguayo para rendir un homenaje postmortem al gobernador Barbosa, ocurrieron varias cosas.

(Algunas las narré en una crónica anterior).

Resumamos:

Algo le dijo al oído durante un minuto doña Rosario Orozco viuda de Barbosa a Sergio Salomón, quien algo le dijo al oído, durante treinta segundos, al fiscal Gilberto Higuera Bernal.

Unos tres minutos atrás, algo le había dicho al oído doña Rosario a Julio Huerta, y algo también Hugo Orozco, hermano de doña Rosario, a Sergio Salomón.

Sólo ellos saben qué se dijeron, cierto, pero lo que ocurrió horas después despejó estas dudas.

Con la rapidez de un tren bala, como deben hacerse las cosas, 38 diputados de todos los partidos avalaron la unción como gobernador de Puebla de Sergio Salomón Céspedes Peregrina.

No fue un albazo ni un acto precipitado, como escupen algunos parias, sino la confirmación aristotélica de que hay que ser amigo de Platón, pero más amigo de la verdad.

 

Nota Bene. Qué largo y qué breve fue este 2022.

Nunca en mi vida como periodista había vivido un año tan intenso.

(Y eso que viví con la adrenalina hasta arriba los sexenios de Manuel Bartlett y Mario Marín, con quienes tuve desencuentros brutales).

La muerte de mi querido amigo Miguel Barbosa Huerta cerró un feliz ciclo en la vida de Puebla, y a él y a su familia les dedico, emocionado, esta última columna del año.

Al hipócrita lector le mando mis mejores deseos en las fechas emblemáticas que vienen.

Este tren descansará en una estación de pueblo en la que venden pulque y gorditas.

Estaremos de regreso el jueves 5 de enero.

Feliz Navidad, la guerra terminó.

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