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viernes, julio 18, 2025

AMLO salió de la Chingada para mandar a la Chingada al Poder Judicial

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De guayabera blanca, con dos líneas verticales al frente, color Morena, Andrés Manuel López Obrador votó en una casilla especial ubicada en Palenque, muy cerca de su quinta.

Apareció de pronto, como aparecen algunos personajes que vienen del exilio: caminando lentamente, acompañado sólo por una militar vestida de civil —con pantalón de peto, blusa amarilla PRD y un modesto chongo.

Sin maquillaje alguno.

Más discreta que un usuario del Metro.

AMLO dio algunos pasos, y fue visible entonces su casquete corto, muy lejos de la cabellera blanca, más robusta, que portó en los tiempos en que vivió en Palacio Nacional.

Las apuestas habían sido cruzadas, con anterioridad, en el sentido de si votaría o no.

Incluso, Ciro Gómez Leyva aseguró desde Madrid, España, que claro que no saldría por su temor a ser repudiado por los ciudadanos.

Se equivocó.

El expresidente no sólo no fue agraviado, sino que recibió muestras de afecto, abrazos, peticiones de selfies y aplausos al final de una breve entrevista en la que en dos ocasiones aseguró que Claudia Sheinbaum es la mejor presidenta del mundo.

Camina lento, sí, como lo hizo en los últimos años, pero maneja su imagen con la rapidez de una navaja.

Él fue el autor intelectual de esta elección judicial, en la que participó con su voto.

A él se le ocurrió reformar un poder caduco y maloliente, plagado de privilegios para pocos.

Y desde su virtual exilio, empujó con los suyos, en la Cámara de Senadores, la operación para comprar a los Yunes, por ejemplo.

Cómo olvidar aquel 5 de febrero en el que la ministra Norma Piña, presidenta de la Suprema, optó por quedarse sentada en el Teatro de la República, de Querétaro, mientras todos los asistentes se levantaron de sus butacas para aplaudir la llegada del presidente López Obrador.

Adán Augusto López, con una mirada de águila, la volteó a ver casi con furia.

Lo mismo hicieron los secretarios de la Defensa y de la Marina.

Pero la ministra no se inmutó siquiera.

Al contrario.

Sabedora de lo que su gesto le mandaba decir al poder presidencial, alzó el cogote, miró al horizonte y esbozó una sonrisita.

El presidente la miró de reojo.

Y con eso bastó.

Un año después, justo el 5 de febrero, respondió el mensaje de la señora Piña desde el zócalo de la ciudad anunciando que enviaría al Congreso una reforma al Poder Judicial, en aras de que los ministros, jueces y magistrados fuesen elegidos en las urnas.

Ahora, ocho meses después de que Claudia Sheinbaum arribó a la Presidencia, López Obrador sacó su acordeón y se dio tiempo para votar, mientras la militar que lo custodia tomaba fotos y cuidaba de que la seguridad de su jefe no se viera amenazada.

El hombre ha vuelto, aunque sólo sea para votar.

Es cuanto.

 

 

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