Los jóvenes en México han dejado de ser eso de: “juventud divino tesoro” o “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción…”. Bueno tampoco son un afiche en donde los ponen por cualquier motivo político y comercial. Los chavos son seres humanos, personas y ciudadanos que viven su vida de acuerdo con lo que ellos piensan y sienten.
Por supuesto que tienen y enfrentan grandes necesidades, problemas de todo tipo y exigencias, viven sus propios tiempos y transcurre su existencia de manera vertiginosa entre estudiar, el ocio social o en su caso metidos en sus celulares.
Sus viejas y nuevas utopías, por así decirlo, en muchas de las veces, las siguen teniendo, son un conglomerado diverso y plural que buscan refugios de convivencia común. Sin embargo, las nuevas herramientas tecnológicas, los han atrapado y se convierten en sus acompañantes diarios, se vuelven sus confidentes y las usan para comunicarse con amigas o amigos.
Han dejado de ser espectadores de la televisión o escuchas de la radio, son videntes de lo virtual y escuchan su música pegados a sus audífonos, pueden pasar horas en silencio y viajando solo por internet. A veces se pierden en el espacio virtual y se molestan cuando son interrumpidos, lo contemporáneo se alejó de sus vidas, lo actual lo resumen en las múltiples redes sociales.
Las generaciones X, centennials, millennials y la de cristal, quedaron rebasadas para los que tienen entre 17 o más años, ahora son denominados Z y Alfa. Con ellos, también han llegado temas con los que se identifican como: medio ambiente, maltrato animal, derechos reproductivos, diversidad sexual, feminicidios y violencia.
En su forma de ser, han incorporado estereotipos y lenguajes comunes con los que se identifican, retomaría unas líneas de David Simón Alva, publicadas en México Pragmático: “Pensemos particularmente en la manera en que se concibe y se ejerce la masculinidad con relación a la violencia —mediante la denominada narcocultura. Ropa de marca, fajos de billetes, carros de lujo y armas. Las redes sociales se han inundado en los últimos meses en México de videos en los que los usuarios tratan de mostrar vidas idílicas, que emulan los hábitos asociados a la cultura del narcotráfico sin pertenecer necesariamente a un grupo delictivo. Influencias como la del corrido bélico —un subgénero musical que incorpora la violencia y las características de la música moderna al corrido— han renovado el panorama y la imagen que los jóvenes tratan de mostrar en sus cuentas. Todo ello, acompañado de una etiqueta: alucín”.
La profesora de la facultad de Filosofía de la UNAM Ahinoa Vásquez explica que la difusión de este tipo de contenido en Tiktok —la red social con más presencia de la generación Z— es “un reflejo de la realidad” que vive México. Reflexiona sobre si realmente el contenido podría llevar a la vinculación de los jóvenes con el narcotráfico, y concluye que en realidad es una forma de querer “ser visto y respetado”.
Por otro lado, los viejos paradigmas sobre lo que viven los jóvenes han quedado rebasados por mucho. Ahora son otros factores a los que se enfrentan en su cotidianeidad y también tienen dilemas que les cuesta resolver.
Por ejemplo, poco a poco empiezan a recomponer sus procesos diarios después del largo periodo que significo estar enclaustrados durante la pasada pandemia.
En el caso de los jóvenes universitarios, solo quieren cuanto antes terminar sus carreras y emplearse para obtener ingresos económicos, por un ideal que buscan, que es independizarse de sus familias.
Mientras sus problemas estructurales siguen presentes, el INEGI, publicó en el Día Internacional de la Juventud lo siguiente: En el primer trimestre de 2024, en México, 54 de cada 100 personas entre 15 y 29 años eran económicamente activas; 81 de cada 100 personas jóvenes trabajaron de forma subordinada y asalariada;10, por su cuenta, dos fueron empleadoras o empleadores y siete no percibieron ingresos.
En el primer trimestre de 2024, en México había 31 millones de personas jóvenes: (15 a 29 años). La cifra representó 23.8 por ciento del total de la población (129.7 millones): 51.1 por ciento correspondió a mujeres y 48.9, a hombres. En cuanto a escolaridad, 60 cada 100 personas jóvenes contaban con educación media superior; 37, tenían educación básica; dos, superior y la o el restante carecía de escolaridad.
En el caso concreto de Puebla, podemos ver lo siguiente: según el Consejo Nacional de Población (Conapo). Puebla, concentra 5.5 por ciento de la población joven total del país. En el estado la edad mediana de la población es de 27 años, con lo que se concluye que la población en la entidad es más joven con respecto a lo observado de
manera nacional.
En otra encuesta que publica el Instituto Nacional de la Juventud, que tiene como referencia datos del último censo (2020), dice que, en Puebla, 8.2 por ciento de su población joven habla alguna lengua indígena.
El porcentaje de jóvenes en situación de pobreza multidimensional es de 64.6 por ciento. Que los jóvenes poblanos con al menos una carencia social llegan a 83. 3 por ciento. Jóvenes con carencia en términos de seguridad social es de 74.2 por ciento, es decir, no tienen ninguna prestación en sus trabajos, puesto que son informales. En cambio, con carencias de acceso a los servicios de salud solo son 35.1 por ciento.
Sobre la cobertura en educación media y superior, la cobertura (15 a 17 años), Puebla alcanza una cobertura de 68.7 por ciento en términos de entidades federativas. Su tasa de cobertura en educación superior llega a 49.61 por ciento. La ciudad de Puebla se caracteriza por ser un nicho educativo en sus diferentes niveles, hay oferta y demanda escolar.
La juventud poblana que se siente satisfecha con el servicio de parques y jardines solo es de 29.73 por ciento. Los espacios para su recreación social y deportiva no son los mejores.
Porcentaje de jóvenes (18-19) que se reportan tener confianza en la policía en Puebla, solo alcanza 27.4 por ciento. No se sienten seguros y desconfían de las policías. En fin, se podría seguir escribiendo sobre el mundo de jóvenes poblanos y sus entornos sociales, económicos y políticos.
Lo mismo que sobre sus adicciones, enfermedades, consumos, bandas juveniles, ocio cultural y sinsabores por los que pasan.
Conclusión: Por más secretarias para los jóvenes que inauguren, si estas no van acompañadas de acciones de sensibilidad y acompañamiento, difícilmente sabrán entenderlos para poder ofrecerles alternativas y propuestas innovadoras.